Mercedes Alaya |
Esta carta es para saludarla y darle ánimos por la labor que está llevando a cavo con este ejercito de chorizos miserables que durante sus reinados no han echo más que llenarse los bolsillos, ellos y toda la infección que les rodeaba, con el beneplácito de unos presidentes inútiles incapaces, Hoy entiendo porque cuando los españoles parados intentábamos hacer algún curso siempre respondían lo mismo, (ya está todo cubierto) si pero cubierto de cabrones metiendo la mano a la caja.
No obstante la compadezco pues no hay día que no aparezca algún chorizo más que provoque más acumulación de trabajo para usted, todos estos que la abucheaban en la puerta de su trabajo solo son los enchufados y beneficiados de esto que usted hoy defiende con dos…
Quien la hace que la pague, ya es de ser muy miserables robar al pueblo y a sus ciudadanos, aún más que lo hagan aquellos que fueron elegidos para nuestra protección, a eso yo lo califico de alta traición; Cuando mas de la mitad del pueblo español cae en ruina e inanición, estos que se proclamaban socialistas están enchufados en puestos increíbles , ganando los euros a espuertas y pidiendo cuentas a los que hoy gobiernan el dinero que dilapidaron ellos, sin vergüenza o recato culpan a estos de los seis millones de parados cuando ellos generaron cinco y no contentos con eso se ofrecen a gobernar otra vez ; Hay que ser ingratos, golfos, vividores y tener la cara como el granito.
Creo que como yo, hoy en España hay millones de seres que se sienten orgullosos de jueces/zas con su valía y sentido de la justicia; Espero que la red de corrupción mafiosa que merodea a su alrededor esperando cualquier fallo para degradarla o expulsarla no pueda interrumpir su tan abnegado cometido.
P.D
No preste atención a quienes la abuchean solo son caterva, como dice la bruja Lola Bazuraaaaaaaa.
Un parado
Las verdades absolutas de la jueza Alaya
Juan Carlos
Blanco
Director de El Correo de
Andalucía
Mercedes Alaya no deja indiferente a los
mortales que habitamos la tierra. O se la idolatra con una devoción rayana en el
fanatismo o se la detesta con rabia. Es lo que hay. Y esta semana, lo hemos
podido comprobar con toda su crudeza y extremos tras conocerse el auto en el que
imputa a casi una veintena de altos cargos de la Junta en la instrucción que
investiga el caso de los ERE irregulares.
Las filias y las fobias están torpedeando
cualquier intento de aproximarse al juicio de esta instrucción con ecuanimidad.
Se tira más de argumentarios que de argumentos y terminamos por pensar que esto
más que un proceso judicial es una batalla política que se dirime en un juzgado
de instrucción. Y no es así, aunque a veces lo pueda parecer. Tanto quienes
defienden los autos de la jueza Alaya como quienes los ponen en tela de juicio
tienen una parte sustancial de razón en lo que sostienen. Pero no hay verdades
absolutas o rotundas.
Como cualquiera que se haya asomado a los
pormenores de esta investigación, soy de los que cada día me asombro aún más con
la impunidad con la que un grupo de pícaros y trincones pudo montar una máquina
tan engrasada para desviar, según recoge la investigación de la Guardia Civil,
más de 150 millones de euros de fondos públicos de la Junta de Andalucía.
Repasemos: esta maquinaria se habilitó por una
combinación letal de tres factores: 1. Se montó un sistema de transferencias de
financiación que relajó los controles de fiscalización de ayudas por valor de
más de 700 millones destinadas a los expedientes de regulación de empleo de las
empresas en crisis. 2. No se tuvieron en cuenta las advertencias que se fueron
haciendo repetidamente desde el cuerpo de interventores de la Junta Y 3. Hubo un
grupo de exsindicalistas, empresarios, aseguradoras, bufetes y consultoras que,
en connivencia con algunos altos cargos de la Administración, aprovecharon estos
agujeros en los controles de seguridad para saquear los fondos públicos como si
se tratara de una horda de vikingos al asalto del botín.
En esta tesitura, y a tenor de los datos
recabados, a nadie le puede sorprender que se impute a algunos altos cargos del
Gobierno por los delitos presuntamente cometidos. Hay responsabilidades penales
y políticas muy graves y aún queda depurarlas. Ahora bien, el que considere de
puro sentido común que se termine imputando a algunos cargos de la
Administración no quita para que detecten datos chocantes en el último auto de
la jueza de los ERE.
Ahí van. 1. Cuesta entender que se impute a esa
veintena de altos cargos y, sin embargo, no se aclare qué delitos se les
imputan; 2. Extraña también que se les impute a todos por cumplir con una ley
que fue aprobada en su día por el Parlamento andaluz; 3. Es cuestionable que
vaya a por todos los altos cargos con alguna relación con los hechos
investigados, entre ellos la exconsejera y ministra Magdalena Álvarez, y se deje
atrás a los aforados (el primero y más relevante, evidentemente, el hombre que
relevó en Hacienda a Álvarez: José Antonio Griñán) y, cuarto y último, no deja
de escamar ni la coincidencia con procesos electorales de trascendencia ni esa
tendencia de la jueza a utilizar un tono editorializante y como de novela de
misterio en cada uno de sus autos.
Decía Alaya en su último auto que había llegado
el momento de dar un “salto cualitativo” en el caso. No lo dudo, pero abundaría
más. Lo que ha llegado es el momento de darle el empujón definitivo y terminar
de una vez con una instrucción que se encamina a los tres años.
A mi juicio, no se puede hablar en ningún modo
de persecución o de causa general contra Chaves o Griñán, pero sí que se puede
afirmar con rotundidad que algunos de los autos de la jueza de los ERE terminan
por hacerle un flaco favor a la propia magistrada, pues extienden esas sospechas
de una supuesta parcialidad y dan munición a quienes observan en ella un
empecinamiento casi obsesivo en apuntar, y disparar judicialmente, a las más
altas instancias del gobierno andaluz.