lunes, 29 de diciembre de 2014

MEMORIA HISTORICA





                                                                        
Uno de tantos poetas,
que le cantan a la muerte,
a los hombres abnegados,
los más duros y más fuertes.


La defensa de Madrid,
no se basó solo en suerte,
fue una lucha desigual,
con uñas coraje y dientes.


Los niños buscaban piedras,
y picaban las mujeres,
mientras bombas alemanas,
hacían cielo incandescente.


Italianos, alemanes,
bombardeos insistentes,
mil Guernicas en Madrid,
escenario de la muerte.

Todo el grueso de las tropas,
de Franco con sus rebeldes,
contra Madrid eran pocas,
y aquellos pocos valientes.


Madrileños bien nacidos,
pura sangre, buena gente,
luchan por no ser vencidos,
su sangre dan a torrentes.

Otra repetida historia,
más Napoleón, más peste,
si pudimos con aquel,
también podremos con este.

Codo a codo con hermanos,
extranjeros y valientes,
que solo por sus ideas,
se alistaron a su suerte.

La traición de los gabachos,
la traición de los ingleses,
que les dejaron sin armas,
solo con uñas y dientes.

Dios luego les castigo,
a correr la misma suerte,
conocieron el horror,
y conocieron la muerte.

Qué pena de milicianos,
dando la vida en el frente,
a una muerte disfrazada,
de hordas traidoras rebeldes.

Con toda España rendida,
su caída era inminente,
aun así los milicianos,
resistían en los frentes.

Los catalanes corrían,
si, esos que hoy hablan tan fuerte,
los vascos bajo las camas,
los que hoy son tan prepotente.

Alimentaron camadas,
con veneno en vez de leche,
que produjeron  cabrones,
como Otegui Mas o Ibarreche.

 Los madrileños lucharon,
reviente a quien le reviente,
hoy son los que menos piden,
o negocian con la peste.

Hoy sus huesos no descansan,
pasado ya el siglo veinte,
se remueven para lucro,
de un gobierno decadente.

De socialismo ramplón,
engolado y prepotente,
chalets de mucho mamón,
o de yates imponentes.

Hoy piden todos aquellos,
que no pisaron un frente,
abren sus grandes bolsillos,
para cobrar por la muerte.

De un hermano de su abuelo,
que se llamaba Vicente,
el de la foto amarilla
que está en el fondo del mueble.


Han pasado tantos años,
que apenas nadie lo entiende,
se camuflan los cobardes,
en  pieles de buena gente.

Una la historia que hoy escribe,
cada cual como conviene,
qué casualidad… cojones,
hoy todos fueron valientes.

La historia quedo grabada,
con acerados cinceles,
ella es quien marca cobardes,
que huyeron inconsecuentes.

Corrieron como conejas,
abandonando en el frente,
a los que daban la vida,
los madrileños valientes.


Dejando a Madrid sitiada,
abandonada a su suerte,
hoy piden, piden y piden,
lo que no les pertenece.


Siempre queda Madrid sola,
está escrito que es su suerte,
tanto cabrón que la odia,
y de ella come caliente.

Que maldicen su grandeza,
con envidia y entre dientes,
son reyes de la bajeza,
son cobardes pestilentes.

Honor y gloria perpetua,
y trompetas estridentes,
a los hombres valerosos,
que murieron en los frentes.

Madrid capital de España,
villa de la buena gente,
que resistió a sangre y fuego,
gracias a tanto valiente.

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