martes, 5 de mayo de 2015

EL CASO DE LOS CATALANES


Estas son las hojas que los independentistas catalanes olvidaron poner en los libros de sus ikastolas


Para ese amiguete al que tan poco le gustamos los españoles,

un poquito de historia no le vendrá mal, ¡Si es que sabe leer!


Tratado de  Utrecht


Tratado de Utrecht

Aquí se muestra la traducción a los dos idiomasde uno de los tratados, castellano e inglés.
Tipo de tratado
Tratado de Paz
Suscripción
1712-1715
UtrechtPaíses Bajos 
Efectivo el
1715
Condición
Ratificado por EspañaReino Unido y Países Bajos
Idiomas
españolinglés



El Tratado de Utrecht, también conocido como La Paz de Utrecht o Tratados de Utrecht y Rastatt, son una serie de tratados multilaterales firmados por las Monarquías y los Estados beligerantes en la Guerra de Sucesión Española entre los años 1713 y 1715 en la ciudadholandesa de Utrecht y en la alemana de Rastatt. Se consideran el fin de la guerra, aunque posteriormente a su firma continuaron las hostilidades en el Principado de Cataluña hasta su ocupación definitiva por Felipe V de España en septiembre de 1714 —el reino de Mallorca, excepto Menorca que pasó a soberanía británica, no sería ocupado hasta julio de 1715—. En este tratado Europa cambió su mapa político.

Los primeros intentos de lograr la paz (1709-1710)[·

La primera iniciativa para intentar llegar a un acuerdo que pusiera fin a la Guerra de Sucesión Española tuvo lugar a principios de 1709 y partió de Luis XIV acuciado por las últimas derrotas que habían sufrido sus ejércitos y, sobre todo, porque Francia estaba atravesando una grave crisis económica y financiera que hacían muy difícil que pudiera continuar combatiendo. Finalmente el acuerdo de los preliminares de La Haya de 42 puntos fue rechazado por el propio Luis XIV porque imponía una condiciones que consideraba humillantes —debía ayudar a desalojar del trono de la Monarquía de España a su nieto Felipe de Borbón, duque de Anjou—. Tampoco el emperador José I de Austria pareció muy dispuesto a firmarlas porque a pesar de que se reconocía a su hermano el Archiduque Carlos como rey de España con el título de Carlos III, creía que se habían podido obtener más concesiones por parte de Luis XIV, quien en opinión de sus consejeros era incapaz de continuar la guerra.
Como Luis XIV había previsto, Felipe V no estaba dispuesto a abandonar voluntariamente el trono de España y así se lo comunicó su embajador Michael-Jean Amelot que había intentando convencer al rey de que se contentase con algunos territorios para evitar la pérdida de la monarquía entera. Pero a pesar de todo Luis XIV ordenó a sus tropas que abandonaran España, menos 25 batallones, porque como él mismo dijo «he rechazado la proposición odiosa de contribuir a desposeerlo [a Felipe V] de su reino; pero si continúo dándole los medios para mantenerse en él, hago la paz imposible». "La conclusión a la que llegó [Luis XIV] era severa para Felipe V: era imposible que la guerra finalizara mientras él siguiera en el trono de España", afirma Joaquim Albareda.[1]
Jean-Baptiste Colbert de Torcy. Grabado de Hyacinthe Rigaud.
Cuando el marqués de Torcy, ministro de Estado de Luis XIV, comunicó a los aliados la negativa del rey francés a firmar los preliminares de La Haya afirmó: «preveo que habrá que esperar otro momento para una paz tan deseada y necesaria para toda Europa».[2] Ese momento llegó el 3 de enero 1710 cuando a iniciativa del propio Torcy comenzaron unas nuevas negociaciones con los aliados en Geertruidenberg sobre la base de los preliminares de La Haya. Luis XIV pretendía asegurar a Felipe V la soberanía sobre algunos de los estados italianos de la Monarquía de España —concretamente el reino de Nápoles, el reino de Sicilia, y la isla de Cerdeña— como compensación a su renuncia a la Corona de España en favor deCarlos III el Archiduque.[3]
Sin embargo, los aliados se negaron a introducir modificaciones en lo estipulado en los preliminares de La Haya, que no contemplaban ninguna compensación por el abandono de trono español por Felipe V, y, sobre todo los británicos, volvieron a insistir en que si Felipe V se negaba a renunciar a la Corona española Luis XIV debía colaborar con los aliados para destronarlo. El consejo de Estado de la Monarquía francesa presidido por Luis XIV se reunió el 26 de marzo para discutir la situación y finalmente el 11 de mayo, que Luis XIV no emprendería ninguna acción militar para destronar a su nieto Felipe V pero que sí que aportaría dinero a los aliados —500.000 libras mensuales— para que combatieran contra él.[3]
Esta última propuesta les pareció insuficiente a los aliados, y sobre todo a los holandeses que exigieron primero que la armada francesa participase en las operaciones militares contra Felipe V, y más tarde, que su ejército también interviniera, estableciendo un plazo de 15 días para responder. Entonces Luis XIV puso fin a las conversaciones de Geertruidenberg.[3]
Según Joaquim Albareda, "aquella tanda de negociaciones constituyó una nueva ocasión perdida para alcanzar la paz. El príncipe Eugenio de Saboya y Marlboroug debieron arrepentirse de no haber cedido en sus pretensiones desmesuradas ante el veterano y experimentado rey de Francia, puesto que habían dejado escapar la oportunidad de lograr una paz altamente favorable a los intereses aliados y, en especial, a la Casa de Austria".[4]

La Paz de Utrecht

Las negociaciones secretas entre Luis XIV y Gran Bretaña

Robert Harley hacia 1710.
Ante la intrasigencia mostrada por los holandeses en las conversaciones de Geertruidenbergpara alcanzar la paz, Luis XIV y su ministro de estado el marqués de Torcy decidieron sondear al gobierno de Gran Bretaña y en agosto de 1710 su agente en Londres François Gaulthier se puso en contacto con el miembro del gobierno Robert Harley. Estos contactos se vieron favorecidos por la victoria de los tories en las elecciones del otoño de ese año ya que este partido defendía poner fin a la guerra, frente a la postura belicista del derrotado partido whig. Harley se convirtió en secretario de finanzas y junto con Henry St John, vizconde de Bolingbroke, secretario de Estado, impulsó la nueva política "pacifista" que se vio reforzada cuando se conocieron en Londres las dos resonantes victorias que había obtenido Felipe V en las batallas de Brihuega y de Villaviciosa a principios de diciembre de 1710 frente al ejército del Archiduque Carlos —tras el fracaso de su segunda entrada en Madrid— y que le aseguraban a Felipe V el trono español —el dominio austracista quedó reducido al Principado de Cataluña y al reino de Mallorca—. Ese mismo mes de diciembre de 1710 el gobierno toryhizo saber al marqués de Torcy que Gran Bretaña no apoyaría las aspiraciones del Archiduque Carlos a la Corona Española a cambio de importantes concesiones comerciales y coloniales, lo que significaba un vuelco total en las perspectivas de paz. A partir de entonces se incorporaron a las negociaciones el poeta y diplomático Matthew Prior, por el lado británico, y un buen conocedor del comercio colonial Nicolas Mesnager, por el lado francés.[5]


Henry St John, 1er Vizconde de Bolingbroke. Atribuido a Alexis Simon Belle, c. 1712. National Portrait Gallery, Londres, NPG 593.
El giro definitivo en el escenario internacional se produjo el 17 de abril de 1710 con la muerte del emperador José I, lo que suponía que el Archiduque Carlos era el nuevo emperador. Este hecho, según Joaquim Albareda, proporcionó "el pretexto perfecto a los británicos a la hora de argumentar el cambio de rumbo emprendido: había que evitar la constitución de unamonarquía universal, ahora de los Habsburgo".[6] La primera medida que tomaron fue reducir notablemente la ayuda económica que sostenía al ejército imperial, al tiempo que continuaban con las negociaciones secretas con los franceses. El 27 de septiembre de 1711 Carlos abandonaba Barcelona para ser coronado emperador con el nombre de Carlos VI (la ceremonia tuvo lugar el 22 de diciembre en Frankfurt) dejando a su esposa Isabel Cristina de Brunswick como su lugarteniente y capitán general de Cataluña y gobernadora de los demás reinos de España, para demostrar su «paternal amor» hacia sus fieles vasallos de la monarquía. Además de con este gesto, Carlos VI quiso dejar claro que no renunciaba al trono de España y mandó acuñar una medalla conmemorativa con la leyenda Carolus Hispaniarum, Hungariae, et Bohemiae Rex, Arxidux Astriae, electis in Regem Romanorum.[7]
El 22 de abril de 1711, sólo cuatro días después de la muerte del emperador José I, el marqués de Torcy enviaba a Londres a su agente Gaulthier con un documento en el que aceptaba las dos principales exigencias británicas: dejar de apoyar a Jacobo III Estuardo en sus aspiraciones a suceder a la reina Ana de Inglaterra y reconocer la línea protestante de la sucesión en la persona de Jorge de Hannover, y dar garantías de que nunca se unificarían las Monarquías de Francia y de España, una posibilidad que aparecía en el horizonte al haber muerto ese mismo mes el Gran Delfín, con lo que Felipe V de España pasaba a ser el segundo en la línea sucesoria, tras su hermano mayor Luis, duque de Borgoña. Pocos días después volvía Gaulthier con el acuerdo de los británicos. "El resultado de la negociación se tradujo en tres documentos que prefiguraban los acuerdos posteriores de Utrecht y concretaban los beneficios obtenidos por el Reino Unido. Los holandeses no fueron informados de todo ello hasta el mes de octubre de 1711". Cuando la Cámara de los Loresvotó en contra del acuerdo el 7 de diciembre de 1711 la reina Ana nombró doce nuevos paresfavorables a los mismos y en una nueva votación consiguió que fuera aprobado. A continuación cesó a Marlborough —que era un firme partidario de continuar la guerra— como capitán general, siendo sustituido por el duque de Ormond que en mayo de 1712 recibió órdenes secretas del gobierno de evitar batallas o sitios.[8]
La reacción de Carlos VI no se hizo esperar y su embajador en Londres hizo llegar a la reina Ana un memorial en el que manifestaba su sorpresa por el acuerdo alcanzado con Francia negociado a sus espaldas. En el mismo mostraba su estupefacción por la renuncia al objetivo de la Gran Alianza cediendo España y las Indias a Felipe V después[9]
tantas victorias, tantas plazas conquistadas, después de un gasto excesivo de tesoros inmensos, después de haber obtenido unos artículos preliminares en el año 1709 muy distintos a éstos, y después de haber llevado las armas de los aliados a las puertas de Francia de manera que, si se quiere continuar la guerra, ya no está en disposición de impedir la entrada de las tropas en el corazón del reino

Los Tratados de Utrecht

Torre y catedral de Utrecht.
La reina Ana convocó a las partes en conflicto en la ciudad holandesa de Utrecht para firmar la paz que pusiera fin a la Guerra de Sucesión Española. Las sesiones se iniciaron el 29 de enero de 1712 y enseguida se hizo evidente, como comunicó el embajador imperial desde La Haya, «la grande unión y armonía que hay en Utrecht entre los ministros de Inglaterra y Francia» y otro representante informaba de la determinación de los británicos en concluir «la mala paz que nos anuncian».[10]
La muerte en febrero de 1712 del heredero al trono de Francia, el duque de Borgoña, y al mes siguiente el hijo de éste, el duque de Bretaña, lo que convertía a Felipe V en el sucesor de Luis XIV, aumentó la necesidad de que éste renunciara a sus derechos a la Corona de Francia o a la de España para que el acuerdo entre Luis XIV y la reina Ana pudiera ir adelante. Al parecer Luis XIV hubiera preferido que su nieto renunciara a la Corona de España y se convirtiera en el nuevo delfín de Francia —e incluso en este propósito recibió el apoyo de la esposa de Felipe V, María Luisa Gabriela de Saboya, y los británicos estaban dispuesto a aceptarlo a cambio de que fuera el duque de Saboya el que ocupara el trono de España y las Indias, menos sus estados patrimoniales de Saboya y Piamonte, más el reino de Sicilia, que pasarían al nuevo delfín—, pero Felipe V en abril de 1711 comunicó que prefería seguir siendo rey de España —agradecido por la fidelidad que le habían mostrado sus súbditos de la Corona de Castilla— por lo que renunciaba a sus derechos al trono de Francia. Así el acuerdo secreto franco-británico pudo seguir su curso.[11]
Lo esencial del acuerdo alcanzado entre Francia y Gran Bretaña fue dado a conocer por la reina Ana en una sesión del Parlamento británico celebrada el 12 de junio de 1712 en la que, después de garantizar la sucesión al trono en la línea protestante de la Casa de Hannover, afirmó:[12]
Al final, Francia ha manifestado que ofrece que el duque de Anjou renuncie para siempre, para él y todos sus descendientes, a cualquier pretensión sobre la corona de Francia, ya que la ansiedad de que España e Indias hubiesen podido estar unidas a Francia ha sido la principal causa del inicio de esta guerra, y la prevención efectiva de esta unión ha sido el objetivo que he tenido desde el principio del presente tratado... Francia y España estarán ahora más divididas que nunca y de esta manera, gracias a Dios, se restablecerá el equilibrio de las potencias de Europa
La importancia que tenía el ejército británico en la Gran Coalición se pudo comprobar al mes siguiente en la batalla de Denain, en la que el nuevo capitán general inglés, el duque de Ormond, recibió órdenes de su gobierno de no intervenir, y los ejércitos holandés e imperial fueron derrotados por el ejército de Luis XIV. La retirada de facto de Gran Bretaña de la guerra se confirmó el 21 de agosto cuando se declaró el armisticio entre británicos y franceses.[13]
La noticia del fin de las hostilidades entre las monarquías de Gran Bretaña y de Francia, como era de esperar, fue muy mal recibida en la corte de Viena en la que se hicieron severas críticas a la conducta de los británicos que vendían «a mal precio tanta sangre derramada», con lo que «quedaban el emperador y el Imperio abandonados de sus amigos».[14]
Tampoco fue bien acogida en la corte de Madrid la noticia de «tan inminente ruina» pero Felipe V ya había decidido renunciar a la Corona de Francia, aunque eso también suponía que los Estados europeos extrapeninsulares de la Monarquía de España pasaran en su mayoría a la soberanía del emperador Carlos VI. Así, el 5 de noviembre de 1712 se formalizó la renuncia en una ceremonia celebrada ante las Cortes de Castilla, y a la que asistieron los embajadores de la reina de Inglaterra y del rey de Francia. De esta forma ya no quedaban impedimentos para firmar los tratados que pusieran fin a la guerra de sucesión española.[15]

Los tratados entre Francia y Gran Bretaña y Holanda[editar · editar fuente]

El 11 de abril de 1713 se firmaba en Utrecht el primer tratado entre el reino de Francia, elreino de Gran Bretaña, el reino de Prusia, el reino de Portugal, el ducado de Saboya y lasProvincias Unidas. En el mismo los representantes de Luis XIV, a cambio del reconocimiento de Felipe V como rey de España, tuvieron que ceder a Gran Bretaña extensos territorios en la futura Canadá (Saint Kitts, Nueva Escocia, Terranova y territorios de la Bahía de Hudson), además de reconocer la sucesión protestante en el Reino Unido —comprometiéndose a dejar de apoyar a los jacobitas— y prometer el desmantelamiento de la fortaleza de Dunkerque —en compensación Francia incorporaba el valle de Barcelonette en la Alta Provenza cedido por el duque de Saboya—.
En cuanto a Holanda Luis XIV cedió la "Barrière" de plazas fuertes fronterizas en los Países Bajos españoles que aseguraran su defensa frente a un eventual ataque francés (Furnes,Fort Knocke, Ypres, Menin, Tournai, Mons, Charleroi, Namur y Gante), aunque en menor número que el acordado en los preliminares de La Haya de 1709. Como finalmente los Países Bajos españoles pasaron a soberanía austríaca se firmó un nuevo tratado de la Barrera el 15 de noviembre de 1715 entre las Provincias Unidas y el Imperio, que según Joaquim Albareda, los convirtieron "en una especie de colonia neerlandesa tanto en términos militares como económicos, al pasar a ser un territorio abierto a las exportaciones holandesas e inglesas, realidad que impedía a los manufactureros belgas competir industrialmente con los productos originarios de aquellos países".[16]
Celebración en Utrecht de la paz (mayo-junio de 1713)

Los tratados entre Gran Bretaña y España[editar · editar fuente]

Tres meses después los representantes de Felipe V —que habían permanecido retenidos en París casi un año (entre mayo de 1712 y marzo de 1713) por orden del marqués de Torcy para que no interfirieran en las negociaciones, aunque con la excusa de que necesitaban un pasaporte para ir a Utrecht—[17] se incorporaban al acuerdo con la firma el 13 de julio del tratado entre el reino de Gran Bretaña y el reino de España.[18] Los embajadores de Felipe V, el duque de Osuna y el marqués de Monteleón, llevaban instrucciones muy precisas de su rey como que mantuvieran el reino de Nápoles para su Corona o que «nación ninguna ha de traficar derechamente en las Indias ni ha de llegar a sus puertos y costas» y en caso de concederles ventajas las naves serán españolas y deberán partir y retornar a puertos españoles. Un tema al que concedía mucha importancia era el referido al caso de los catalanes —en aquellos momentos Barcelona todavía resistía el cerco borbónico— sobre el que afirmaba que «de ninguna manera se den oídos a propósito de pacto que mire a que los catalanes se les conserven sus pretendidos fueros».[19]
De las instrucciones que recibieron de Felipe V los plenipotenciarios tuvieron que hacer concesiones en todos los apartados, y su único éxito en realidad fue mantener lo referido al "caso de los catalanes". Gran Bretaña recibió Gibraltar y Menorca y amplias ventajas comerciales en el imperio español de las Indias, concretadas en el asiento de negros, que fue concedido a la South Sea Company y en virtud del cual podía enviar a la América española un total de 144.000 esclavos durante treinta años, y el navío de permiso anual, un barco de 500 toneladas autorizado a transportar bienes y mercancías a la feria de Portobelo y libres de aranceles. Con estas dos concesiones se rompía por primera vez el monopolio comercial que había mantenido la Monarquía Hispánica para sus vasallos castellanos durante los dos siglos anteriores —los términos en que debía operar el navío de permiso fueron concretados en un sentido aún más favorable para los intereses británicos en el tratado comercial que se firmó en 1716—.[20]
Le siguieron otros 19 tratados y convenciones bilaterales y multilaterales entre los estados y monarquías presentes en Utrecht, entre los que destacan:
  1. Tratados entre Francia y las Provincias Unidas, Brandeburgo, Portugal y el ducado de Saboya (julio de 1713).
  2. Tratados entre España y el ducado de Saboya (julio de 1714), las Provincias Unidas (julio de 1714) y Portugal (febrero de 1715).
  3. Convenios comerciales entre Gran Bretaña y España (marzo y diciembre de 1714 y diciembre de 1715).

Los Tratados de Rastatt y de Baden[editar · editar fuente]

Artículos principales: Tratado de Rastatt y Tratado de Baden (1714).
Pintura que muestra a los ocho signatarios del Tratado de Baden. En el extremo izquierdo de la mesa elMariscal Villars y en el extremo derecho el príncipe Eugenio de Saboya.
A pesar de que recibió el Ducado de Milán, el reino de Nápoles, la isla de Cerdeña(intercambiada por el reino de Sicilia en 1718) y los Países Bajos españoles,[21] Carlos VI no renunció a sus aspiraciones a la Corona española —por lo que no reconoció a Felipe V como rey de España ni al duque de Saboya como rey de Sicilia— y se negó a firmar la paz en Utrecht, aunque los holandeses —sus últimos aliados— sí lo habían hecho. Según el cronistaaustracista exiliado en Viena Francesc Castellví, Carlos VI actuó así porque[22]
fiaba en las contingencias del tiempo. La mucha edad del rey Luis [XIV] y unpríncipe de tres años que debía sucederle, los grandes achaques de la reina Ana, la inquietud del pueblo de Inglaterra, la poca satisfacción de los holandeses y generalmente todos los aliados le daban esperanza que en el espacio de una campaña podía mudarse el sistema y volver a encenderse con más fuerza la guerra.
Al no firmar el Imperio los acuerdos de Utrecht la guerra prosiguió en la primavera de 1713. El ejército francés ocupó las plazas de Landau y de Friburgo y la flota británica bloqueó a la emperatriz Isabel Cristina y a las tropas imperiales que seguían en el Principado de Cataluña. Estos reveses militares convencieron a Carlos VI que debía poner fin a la guerra por lo que se iniciaron las negociaciones de paz en la ciudad alemana de Rastatt a principios de 1714.[23]
El tratado de paz entre Francia y el Imperio se firmó en Rastatt el 6 marzo de 1714. Las fronteras entre ambos vuelvieron a las posiciones de antes de la guerra, salvo para la ciudad de Landau in der Pfalz (en el Palatinado Renano), que quedó en manos francesas. El acuerdo se completó con la firma del Tratado de Baden del 7 de septiembre de 1714.

El «caso de los catalanes»

Artículo principal: Caso de los catalanes.
Retrato de la reina Ana de Inglaterra, hacia 1705
Una vez iniciadas las negociaciones en Utrecht la reina Ana de Inglaterra —quien, según Joaquim Albareda, "por motivos de honor y de conciencia, se sentía obligada a reclamar todos los derechos de que gozaban los catalanes cuando les incitaron a ponerse bajo el dominio de la Casa de Austria"— hizo gestiones a través de su embajador en la corte de Madrid —cuando aún no se había firmado ningún tratado— para que Felipe V concediera una amnistía general a los austracistas españoles, y singularmente a los catalanes, que además debían conservar sus Constituciones. Pero la respuesta de Felipe fue negativa y le comunicó al embajador británico «que la paz os es tan necesaria como a nosotros y no la querréis romper por una bagatela».[24]
Finalmente el secretario de estado británico vizconde de Bolingbroke, deseoso de acabar con la guerra, claudicó ante la obstinación de Felipe V y renunció a que éste se comprometiera a mantener las "libertades" catalanas. Cuando el embajador de los Tres Comunes de Cataluñaen Londres Pablo Ignacio de Dalmases tuvo conocimiento de este cambio de actitud del gobierno británico consiguió que la reina Ana le recibiera a título individual el 28 de junio de 1713, pero ésta le respondió que «había hecho lo que había podido por Cataluña».[25]
El abandono de los catalanes por Gran Bretaña quedó plasmado dos semanas después en el artículo 13 del tratado de paz entre Gran Bretaña y España firmado el 13 de julio de 1713. En él Felipe V garantizaba vidas y bienes a los catalanes, pero en cuanto a sus leyes e instituciones propias sólo se comprometía a que tuvieran «todos aquellos privilegios que poseen los habitantes de las dos Castillas».[26] El conde de la Corzana, uno de los embajadores de Carlos VI en Utrecht, consideró el acuerdo tan «indecoroso que el tiempo no borrará el sacrificio que el ministerio inglés hace de la España y singularmente de la Corona de Aragón, y más en particular de la Cataluña, a quienes la Inglaterra ha dado tantas seguridades de sostenerles y ampararles».[27]
En las siguientes negociaciones llevadas a cabo en Rastatt el «caso de los catalanes» pronto se convirtió en la cuestión más difícil a resolver, porque Felipe V estaba deseoso de aplicar en Cataluña y en Mallorca la "Nueva Planta" que había promulgado en 1707 para los "reinos rebeldes" de Valencia y de Aragón y que había supuesto su desaparición como Estados.[28]Así el 6 de marzo de 1714 se firmaba el tratado de Rastatt por el que el Imperio Austríaco se incorporaba a la paz de Utrecht, sin conseguir el compromiso de Felipe V sobre el mantenimiento de las leyes e instituciones propias del Principado de Cataluña y para el reino de Mallorca que seguían sin ser sometidos a su autoridad. La negativa a hacer ningún tipo de concesión la argumentaba así Felipe V en una carta remitida a su abuelo Luis XIV:[29]
No es por odio ni por sentimiento de venganza por lo que siempre me he negado a esta restitución, sino porque significaría anular mi autoridad y exponerme a revueltas continuas, hacer revivir lo que su rebelión ha extinguido y que tantas veces experimentaron los reyes, mis predecesores, que quedaron debilitados a causa de semejantes rebeliones que habían usurpado su autoridad. [...] Si [Carlos VI] se ha comprometido en favor de los catalanes y los mallorquines, ha hecho mal y, en todo caso, debe conformarse del mismo modo que lo ha hecho la reina de Inglaterra, juzgando que sus compromisos ya se veían satisfechos con la promesa que he hecho de conservarles los mismos privilegios que a mis fieles castellanos
En julio de 1714 Bolingbroke también rechazó una última propuesta del representante de losTres Comunes de Cataluña en Londres Pablo Ignacio de Dalmases para que la reina Ana «tome en depósito a Cataluña o por lo menos Barcelona y Mallorca hasta la paz general sin soltarlas a nadie hasta que mediante tratado se adjudiquen y se asegure la observancia de sus privilegios» —en referencia a las negociaciones que tenían lugar en Baden—, porque eso podría suponer la reanudación de la guerra.[30] La corriente crítica hacia la política británica respecto de los aliados catalanes y mallorquines se plasmó además de en los debates parlamentarios en dos publicaciones aparecidas entre marzo y septiembre de 1714. En The Case of the Catalans Considered, después de aludir repetidamente a la responsabilidad contraída por los británicos al haber alentado a los catalenes a la rebelión y a la falta de apoyo que tuvieron después cuando lucharon solos, se decía:[31]
Sus antepasados les legaron los privilegios de que gozan hace siglos ¿Ahora deben renunciar a ellos sin honor y han de dejar, tras de sí, una raza de esclavos? No; prefieren morir todos; o la muerte o la libertad, esta es su decidida elección.
[...]
Todas estas cuestiones tocan el corazón de cualquier ciudadano británico generoso cuando considera el caso de los catalanes... ¿La palabra catalanes no será sinónimo de nuestra deshonra?
Por su parte, The Deplorable History of the Catalans, tras narrar lo sucedido durante la guerra, elogiaba el heroísmo de los catalanes: «ahora el mundo ya cuenta con un nuevo ejemplo de la influencia que puede ejercer la libertad en mentes generosas».[32]
Retrato de 1715 del rey Jorge I de Gran Bretaña.
El «caso de los catalanes» dio un giro completo cuando la reina Ana de Inglaterra murió el 1 de agosto de 1714 y su sucesor, Jorge I de Hannover, dio órdenes al embajador británico en París para que presionara a Luis XIV con el fin de que obligara a Felipe V a que se comprometiera a mantener las leyes e instituciones propias del Principado de Cataluña. Pero las presiones británicas no surtieron efecto en Luis XIV, a pesar de que desde hacía meses aconsejaba a su nieto «moderar la severidad con la que queréis tratarles [a los catalanes]. Aun cuando rebeldes, son vuestros súbditos y debéis tratarlos como un padre, corrigiéndolos pero sin perderlos». El embajador catalán Felip Ferran de Sacirera fue recibido en audiencia el 18 de septiembre por el rey Jorge I, que se encontraba en La Haya camino de Londres para ser coronado, en la que le prometió que haría lo posible por Cataluña, pero temía que fuera demasiado tarde. En efecto, unos días después se conocía la noticia de que el 12 de septiembre de 1714 Barcelona había capitulado.[33]
Tanto el nuevo rey Jorge I como el nuevo gobierno whig, salido de las elecciones celebradas a principios de 1715, eran contrarios a los acuerdos que el gobierno anterior tory había alcanzado con Luis XIV y que habían constituido la base de la Paz de Utrecht, pero acabaron por aceptarlos porque las ventajas que Gran Bretaña había obtenido eran evidentes, lo que supuso que el viraje británico sobre el «caso de los catalanes» finalmente no se produjera.[34]Así el gobierno whig no hizo nada para ayudar a Mallorca que aún no había caído en manos borbónicas y el 2 de julio de 1715 Mallorca capituló.[35]

Los cambios territoriales de la Paz de Utrecht

Como balance global, la serie de tratados supuso los siguientes acuerdos:
Mapa político de Europa después del tratado. QUE QUEDE BIEN CLARO
Además, las tropas austriacas se comprometen a evacuar las zonas del Principado de Cataluña, lo que realizan a partir del 30 de junio de 1713. Ante lo cual, la Junta General de Brazos (Brazo Eclesiástico, Brazo Militar y Brazo Real o Popular) acuerda la resistencia. A partir de este momento empezó una guerra desigual, que se prolongó durante casi catorce meses, concentrada en Barcelona, Cardona y Castellciutat, al margen de los cuerpos de fusileros dispersos por el país. El punto de inflexión será cuando las tropas felipistas rompan el sitio de Barcelona el 11 de septiembre del 1714. Mallorca, Ibiza y Formentera cayeron diez meses más tarde (11 de julio del 1715).

Consecuencias: el "equilibrio de poder" en Europa

Alegoría de la Paz de Utrecht deAntoine Rivalz.
El gran beneficiario de este conjunto de tratados fue Gran Bretaña que, además de sus ganancias territoriales, obtuvo cuantiosas ventajas económicas que le permitieron romper el monopolio comercial de España con sus colonias. Por encima de todo, había contenido las ambiciones territoriales y dinásticas de Luis XIV, y Francia sufrió graves dificultades económicas causadas por los grandes costes de la contienda. El equilibrio de poder terrestre en Europa quedó, pues, asegurado, mientras que en el mar, Gran Bretaña empieza a amenazar el control español en el Mediterráneo occidental con Menorca y Gibraltar. Como ha señalado Joaquim Albareda, "en último término, la paz de Utrecht hizo posible que el Reino Unido asumiera el papel de árbitro europeo manteniendo un equilibrio territorial basado en the balance of power de Europa y su hegemonía marítima".[21]
Para la Monarquía de España la paz de Utrecht supuso, como han señalado muchos historiadores, la conclusión política de la hegemonía que había detentado en Europa desde principios del siglo XXI



UN POCO MAS DE HISTORIA DE LA QUE ESTÁN FALTOS TODOS ESTOS QUE SE INVENTAN 
NACIONES AMPARÁNDOSE EN LA BUENA FE DE TANTOS ESPAÑOLES QUE NUNCA LES HICIMOS PUTO CASO, PERO QUE HOY DESPUÉS DE VER LOS DESPRECIOS Y LAS MENTIRAS VERTIDAS SOBRE NOSOTROS Y NUESTRO PAÍS YA NOS ESTÁN TOCANDO LOS COJ... ESTA MANADA DE PALETOS SIN CULTURA.




1 julio 2010

HISTORIA DE LA BANDERA DE ARAGÓN, SI, de ARAGÓN (no de Cataluña)   





                                EL TRATADO DE CORBEIL


PURA HISTORIA BASADA EN INVESTIGACIÓN  SIN CUENTOS DE CAMINO O FABULAS INVENTADAS.



JUAN VANRELL NADAL

“Según el ordenamiento político internacional y su jurisprudencia, la actual Cataluña era territorio francés y así fue hasta el 16 de julio de 1258.Tengo delante de mí un mapa europeo de la época,“Chrétíenté d’Occident à l’an de grâce 1235”. En él no consta referencia alguna a Cataluña”
Mariano Bendito excepcional historiador balear, hecho a sí mismo a base de investigaciones, estudios en bibliotecas y lecturas fidedignas. Ha encontrado el “Tratado de Corbeil” (1258) escrito en latín y se lo ha enviado a JUAN VANRELL NADAL para que lo traduzca. Es un texto farragoso, si bien de fácil comprensión.
Se trata de un documento interesante y transcendente. Pone de relieve una irrefutable realidad histórica que derriba estrepitosamente la mentira estrafalaria de los ahora llamados “países catalanes”.
El actual territorio catalán está enmarcado como territorio francés. No es error. Los ocho condados autónomos de lo que es hoy Cataluña pagaban entonces vasallaje feudal a la corona francesa.
Por esto  el citado Tratado se inicia con estas palabras:  ”Es universalmente conocido que existen desavenencias entre el señor rey de Francia y el señor rey de Aragón, de las Mallorcas, y de Valencia, conde de Barcelona y Urgel, señor de Montpellier; por lo que el señor rey de Francia dice que los condados de Barcelona, Besalú, Urgel, etc. son feudos suyos; y el señor rey de Aragón dice que tiene derechos en Carcasona, Tolosa, Narbona, etc.”
Se deduce que los condados de la parte española estaban mejor relacionados con Aragón y que los del sur de Francia, con el rey francés. Siguiendo consejos de “hombres buenos” el rey francés (Luis IX) cede a Jaime los condados de la parte española y el aragonés cede a Luis sus derechos en la parte francesa. Este es en síntesis el Tratado de Corbeil. Su importancia histórica transcendente es que se firma 29 años después de la reconquista de Mallorca y 20 de la de Valencia.
Ante este hecho contrastado internacionalmente caen por su base muchas falsedades que se enseñan en libros de texto:
1.- Es falso que “la corona catalano-aragonesa” conquistara Mallorca y Valencia. Cataluña no existía entonces. ¿Qué invención es ésta de “corona catalana”?
2.- Es imposible que una Cataluña, inexistente política, jurídica, y hasta geográficamente tuviera lengua propia. ¿Cómo pudo dar la lengua catalana a Mallorca y Valencia? ¡Esto sí que es un milagro!
Después del Tratado, Jaime comenzó su labor legisladora comenzando por la moneda (1 de agosto, 1258. Jaime I legisla sobre la moneda de Barcelona), acercando políticamente los condados ya oficialmente feudatarios suyos. Con el tiempo todo el territorio se llamó Cataluña.
¿Qué lengua hablaban? Obviamente, el occitano, provenzal o lemosín propio del sur de Francia y condados de la Marca Hispánica. Lean libros magistrales de la también colaboradora de Baleares Liberal, Teresa Puerto, al efecto. La lengua catalana se llamó oficialmente “llemosí” hasta la segunda mitad del siglo XIX.
¿Comprenden por qué los historiadores pancatalanistas silencian siempre que pueden la verdad del Tratado de Corbeil?
¡Evidencia su impostura y su mentira!
2.- DATOS OBTENIDOS DEL COORDINADOR, RECOPILADOR
DOCTOR EN HISTORIA DON GUILLERMO FATÁS CABEZA
Todos conocemos la bandera de ARAGON, pero frecuentemente se desconoce su verdadero origen o incluso se tiene una idea errónea de este.
También todo el mundo sabe que nuestra bandera regional es igual a la de las comunidades catalana y valenciana -o casi igual- pero muy pocos conocen las motivaciones de esta multiplicidad de comunidades con una misma bandera.
A través de estas breves líneas voy a intentar aclarar algunas ideas principales. La bandera aragonesa está compuesta de dos elementos principales: la bandera propiamente dicha y el escudo que campea en su centro. La bandera aragonesa es cuatribarrada y lógicamente tiene cuatro barras y no ocho, como se suele decir. Estas barras se denominan en la ciencia de la heráldica gules, que quiere decir barra roja, y se plasman en nuestra bandera sobre campo de oro, dando así la apariencia de ocho barras (rojas y oro), alternativamente.
El ORIGEN y la paternidad de la bandera aragonesa es POLEMICO. Durante muchísimos años se dio verosimilitud a una leyenda del historiador catalán Muntaner según la cual, en el siglo IX, el Conde catalán Carlos el Calvo, conmovido ante las heridas sufridas en combate de su servidor Wifredo el Velloso, introdujo cuatro dedos de su mano en las heridas y, manchadas sus yemas en sangre, dibujo en la pared de la estancia cuatro trazos rojos, dándoselos como enseña a él y a sus descendientes.
Es en esta historia donde se apoyan los historiadores catalanes para atribuir a su comunidad la paternidad de la bandera cuatribarrada.
Ya en este nuestro siglo, historiadores aragoneses demostraron la FALSEDAD DE LA LEYENDA de Muntaner. La tesis es demoledora: Carlos el Calvo y Wifredo el Velloso no fueron contemporáneos, e incluso vivieron en siglos distintos…..
Sorprendentemente, los ridículos políticos catalanes de la actualidad, ignorando los hechos científicamente demostrados se empecinan en mantener el supuesto origen catalán de nuestra bandera.
Estos mismos historiadores aragoneses, después de larguísimas investigaciones y de recopilar datos en fuentes históricas conservadas de la Alta y de la Baja Edad Media, expusieron su tesis sobre el origen de la bandera cuatribarrada, aportando además datos abrumadores.
Tenemos conocimiento por primera vez de la bandera cuatribarrada a mediados del siglo XI y, hasta 1.707 representará a la Casa Real de Aragón. Sólo a partir del siglo XIII representará a un territorio, el de la Corona de Aragón. Nuestros vecinos y sin embargo queridos catalanes no podían disponer de pendón o bandera, ya que esta era prerrogativa exclusiva de Reyes y CATALUÑA, COMO CONDADO, no disponía de ese privilegio.
Pero el origen primero de los gules es muy épico, muy de acuerdo con el carácter aragonés. Los guerreros aragoneses se defendían con un escudo circular de madera. Lógicamente, por muy resistente que sea la madera con la que el infante confeccionaba su escudo, este se quebraba fácilmente ante los envites y golpes de las armas metálicas del enemigo. Para evitar esta complicación, los guerreros aragoneses reforzaban su escudo con cuatro tiras metálicas colocadas paralelamente. Si a esto unimos la costumbre de pintar la impedimenta de batalla de colores vivos y agresivos, ya podemos imaginar de qué color pintaron los soldados aragoneses las tiras metálicas de sus defensas, de rojo, el color que más agresividad representa.
Respecto al campo o fondo en oro de la bandera, su origen se encuentra en el enfeudamiento o vasallaje del rey aragonés Sancho Ramírez con la Santa Sede. Era costumbre que el Papa concediera a sus vasallos el campo dorado, que era de mayor dignidad que el plateado.
Como conclusión a estos esbozos históricos, señalar que la representación de nuestra bandera más antigua conocida se encuentra en unos frescos del castillo de Alcañiz, datados de entre finales del siglo XII y principios del XIII. Señalar también que algunos historiadores encuentran en nuestra bandera regional el origen de nuestra bandera nacional. En un principio, nuestra bandera nacional fue la enseña de la Marina Real, y una de las candidatas fue la bandera cuatribarrada. Si bien su diseño era muy atractivo, no fue finalmente seleccionada porque en las distancias marinas, mayores habitualmente que las terrestres y debido a un efecto cromático, asemejaban ser de color naranja. Finalmente, y tomando como base a la bandera cuatribarrada se diseño la bandera de la Marina Real con dos gules en campo de oro, o lo que es más conocido hoy, la bandera roja y gualda española.
3.- BARRAS ARAGONESAS-ESCUDO DE ARAGÓN
NOTAS TOMADAS DE D. VICENTE GINER BOIRA
De todos es conocida la mentira extendida por los catalanes sobre Wifredo el Belloso, no nos extenderemos sobre ello y así lo hacemos cumpliendo el deseo de los historiadores.
Pasemos a demostrar nuestra TESIS, en la época de los primeros siglos de la Reconquista, los guerreros defendían su cuerpo con escudos que se embrazaban en el brazo izquierdo o derecho, según fueran diestros o zurdos para proteger su cuerpo y sobre todo su corazón, de las armas enemigas, lanzas, flechas, espadas llevando su espada o su lanza en la mano contraria a la del escudo.
En la época a la que nos referimos esos escudos eran un sencillo armazón de madera dura, recubierta de cuero grueso el cual recibía los golpes que se les lanzaban.
Más adelante fueron de metal los de las personas más pudientes, pero la tropa seguía llevando los de madera y cuero que eran mucho menos pesados, y más manejables.
  • Como la historia nos ha demostrado y siempre ocurre,  se van perfilando diseños que diríamos únicos, y así uno de ellos fue el construir un armazón de maderas entramadas que producía una superficie CURVA donde una serie de barrotes o maderas verticales y paralelas  permitían extender cómodamente el cuero sobre ellas. Este cuero con las inclemencias del tiempo y el paso de los ríos con ellos iba estirándose y acoplándose a la armadura de madera, lo cual producía en la superficie exterior  del cuero unos relieves, que se correspondían con el molde interior, produciendo un relieve acanalado, marcándose a la vista de las gentes unas líneas verticales que terminaron llamándose varas o barras.
  • Ya tenemos las siluetas de las barras en los escudos,  de los propios monarcas y nobles de Aragón posteriormente el arte de la policromía hizo el resto, sobre esos cueros se pintaban los emblemas distintivos de los guerreros, para que las gentes supieran donde estaba su Jefe.
  • Toda esta simbología va a marcar es, en definitiva la que va a formar la ciencia de la Heráldica.
  • El símbolo que fue aceptado como representativo de Aragón y de su Rey, fue el escudo de cuero con relieve de barras verticales, que posteriormente fue policromado, alternando el rojo y el amarillo, hasta que fueron adoptadas definitivamente las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo, lo que significaba la vinculación a Roma.
  • Ahora bien, este escudo no lo llevaron los Condes de Barcelona, excepto el último de ellos, es decir Ramón Berenguer IV el Bueno, y lo llevo precisamente al ser Principe consorte de los aragoneses, por matrimonio con Doña Petronila Reina de Aragón.
  • Esta reina de los aragoneses era la hija única de Ramiro II que siendo monje el Papa obligó a salir del convento, aceptar la corona e incluso casarse para tener sucesión dispensándole para ello de los votos de castidad.
  • Cuando su misión estuvo cumplida se volvió al convento, comprometiendo en matrimonio a su hija de dos años con Ramón Berenguer IV el Bueno, este espero a que su mujer Doña Petronila alcanzara la pubertad y la  edad suficiente para confirmar el matrimonio y quedar formalizada de verdad la unión del Reino de Aragón con el condado de Barcelona.
  • Los esponsales con su ceremonia se realizaron en 1137, y Berenguer IV Conde de Barcelona no usó del emblema de las Barras de Aragón hasta 1157 (o tal vez hasta 1150), debemos afirmar que aunque gobernaba con el beneplácito de su suegro y de sus nobles, no se consideraba Principe de Aragón hasta que el matrimonio no fue consumado.
  • Pues pudieran haber ocurrido muchos acontecimientos, contrarios, fue entonces cuando ya teniendo herederos, se sintió de verdad Principe de Aragón y es a partir de ahí cuando apareció por primera vez en la historia un Conde de Barcelona llevando en las gualdrapas de su caballo y en su túnica todas las barras de Aragón.
  • Esta cuestión nos la ha dejado probada el cultísimo investigador valenciano FELIPE MATEU I LLOPIS en Valencia a 15 de Abril de 1977.
  • La prueba de los sellos y las monedas que Felipe MATEU nos aporta, son el mejor testimonio de cuanto aquí dejamos escrito.
  • Por tanto las barras son de Aragón y no catalanas aunque después de estos acontecimientos los Condes de Barcelona, El Reino de Valencia, Baleares, Sicilia, Nápoles, la ciudad valenciana de Alguer e incluso el sur de Francia tengan en sus escudos heráldicos la señal “DEL REY “como prueba de que todos ellos formaban parte de la gloriosa Corona de Aragón, como así aparece en documentos, testimonios, historia, escudos, pinturas, tablas, manuscritos, ilustraciones, pergaminos, bordados y tejidos.
  • En pequeños detalles que componen la Historia, encontramos la explicación de grandes cosas de Nuestra Historia.
  • Fijémonos en otro detalle Alfonso II, hijo de Ramón Berenguer IV el Bueno usó las barras de Aragón y no el escudo heredado de su padre, pues era inferior al de los Reyes de Aragón ya que el escudo de su padre era de Conde de Barcelona, el escudo que quedo fue el del Reino.
  • A pesar de ser transmitido por línea femenina. Ya que es bien sabido que en esa época los catalanes instaron en nombrar Rey a Ramón Berenguer IV, pero no pudo realizarlo por no ser de estirpe Real, como recientes publicaciones han probado.
  • Esta es por tanto la Razón por la cual siempre quedó a los Reyes de la Corona de Aragón el escudo que primitivamente perteneció en exclusiva a dichos monarcas.
  • Quedando después unida a España unido también a los otros cuarteles de León, de Castilla, de Navarra, y de Granada, en el escudo que hoy tenemos como emblema de nuestra  ESPAÑA.
  • Esas son las cuatro barras de Aragón que nos trajo el Rey Jaime I en su escudo y nos las dejó a VALENCIA, como propias por el amor inmenso que a nuestro Reino tuvo toda su vida.

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