Estas son las hojas que los independentistas catalanes olvidaron poner en los libros de sus ikastolas
Para ese amiguete al que tan poco le gustamos los españoles,
un poquito de historia no le vendrá mal, ¡Si es que sabe leer!
Tratado de Utrecht
Tratado de Utrecht
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Aquí se muestra la traducción a los dos idiomasde uno de los tratados, castellano e inglés. |
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Tipo de tratado
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Tratado de Paz |
Suscripción
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1712-1715 Utrecht, Países Bajos |
Efectivo el
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1715 |
Condición
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Ratificado por España, Reino Unido y Países Bajos |
Idiomas
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español, inglés |
El Tratado
de Utrecht,
también conocido como La
Paz de Utrecht o Tratados
de Utrecht y Rastatt,
son una serie de tratados multilaterales firmados por las Monarquías
y los Estados beligerantes en la Guerra
de Sucesión Española entre
los años 1713 y 1715 en
la ciudadholandesa de Utrecht y
en la alemana de Rastatt.
Se consideran el fin de la guerra, aunque posteriormente a
su firma continuaron
las hostilidades en el Principado
de Cataluña hasta
su ocupación definitiva por Felipe
V de España en
septiembre de 1714 —el reino
de Mallorca,
excepto Menorca
que pasó a soberanía británica,
no sería ocupado hasta julio de 1715—. En este tratado Europa
cambió su mapa político.
Los primeros intentos de lograr la paz (1709-1710)[·
La
primera iniciativa para intentar llegar a un acuerdo que pusiera fin
a la Guerra
de Sucesión Española tuvo
lugar a principios de 1709 y partió de Luis
XIV acuciado
por las últimas derrotas que habían sufrido sus ejércitos y, sobre
todo, porque Francia estaba atravesando una grave crisis económica y
financiera que hacían muy difícil que pudiera continuar
combatiendo. Finalmente el acuerdo de los preliminares
de La Haya de
42 puntos fue rechazado por el propio Luis XIV porque imponía una
condiciones que consideraba humillantes —debía ayudar a desalojar
del trono de la Monarquía
de España a
su nieto Felipe
de Borbón,
duque de Anjou—. Tampoco el emperador José
I de Austria pareció
muy dispuesto a firmarlas porque a pesar de que se reconocía a su
hermano el Archiduque
Carlos como
rey de España con el título de Carlos III, creía que se habían
podido obtener más concesiones por parte de Luis XIV, quien en
opinión de sus consejeros era incapaz de continuar la guerra.
Como
Luis XIV había previsto, Felipe V no estaba dispuesto a abandonar
voluntariamente el trono de España y así se lo comunicó su
embajador Michael-Jean
Amelot que
había intentando convencer al rey de que se contentase con algunos
territorios para evitar la pérdida de la monarquía entera. Pero a
pesar de todo Luis XIV ordenó a sus tropas que abandonaran España,
menos 25 batallones, porque como él mismo dijo «he
rechazado la proposición odiosa de contribuir a desposeerlo [a
Felipe V] de su reino; pero si continúo dándole los medios para
mantenerse en él, hago la paz imposible».
"La conclusión a la que llegó [Luis XIV] era severa para
Felipe V: era imposible que la guerra finalizara mientras él
siguiera en el trono de España", afirma Joaquim Albareda.[1]
Cuando
el marqués
de Torcy,
ministro de Estado de Luis XIV, comunicó a los aliados la negativa
del rey francés a firmar los preliminares de La Haya afirmó:
«preveo
que habrá que esperar otro momento para una paz tan deseada y
necesaria para toda Europa».[2] Ese
momento llegó el 3 de enero 1710 cuando a iniciativa del propio
Torcy comenzaron unas nuevas negociaciones con
los aliados en Geertruidenberg sobre
la base de los preliminares de La Haya. Luis XIV pretendía asegurar
a Felipe V la soberanía sobre algunos de los estados italianos de
la Monarquía
de España —concretamente
el reino
de Nápoles,
el reino
de Sicilia,
y la isla de Cerdeña—
como compensación a su renuncia a la Corona de España en favor
deCarlos
III el Archiduque.[3]
Sin
embargo, los aliados se negaron a introducir modificaciones en lo
estipulado en los preliminares de La Haya, que no contemplaban
ninguna compensación por el abandono de trono español por Felipe V,
y, sobre todo los británicos, volvieron a insistir en que si Felipe
V se negaba a renunciar a la Corona española Luis XIV debía
colaborar con los aliados para destronarlo. El consejo de Estado de
la Monarquía francesa presidido por Luis XIV se reunió el 26 de
marzo para discutir la situación y finalmente el 11 de mayo, que
Luis XIV no emprendería ninguna acción militar para destronar a su
nieto Felipe V pero que sí que aportaría dinero a los aliados
—500.000 libras mensuales— para que combatieran contra él.[3]
Esta
última propuesta les pareció insuficiente a los aliados, y sobre
todo a los holandeses que exigieron primero que la armada francesa
participase en las operaciones militares contra Felipe V, y más
tarde, que su ejército también interviniera, estableciendo un plazo
de 15 días para responder. Entonces Luis XIV puso fin a las
conversaciones de Geertruidenberg.[3]
Según Joaquim
Albareda,
"aquella tanda de negociaciones constituyó una nueva ocasión
perdida para alcanzar la paz. El príncipe Eugenio
de Saboya y
Marlboroug debieron arrepentirse de no haber cedido en sus
pretensiones desmesuradas ante el veterano y experimentado rey de
Francia, puesto que habían dejado escapar la oportunidad de lograr
una paz altamente favorable a los intereses aliados y, en especial, a
la Casa
de Austria".[4]
La Paz de Utrecht
Las negociaciones secretas entre Luis XIV y Gran Bretaña
Ante
la intrasigencia mostrada por los holandeses en las conversaciones
de Geertruidenbergpara
alcanzar la paz, Luis XIV y su ministro de estado el marqués de
Torcy decidieron sondear al gobierno de Gran Bretaña y en agosto de
1710 su agente en Londres François
Gaulthier se
puso en contacto con el miembro del gobierno Robert
Harley.
Estos contactos se vieron favorecidos por la victoria de
los tories en
las elecciones del otoño de ese año ya que este partido defendía
poner fin a la guerra, frente a la postura belicista del derrotado
partido whig.
Harley se convirtió en secretario de finanzas y junto con Henry
St John, vizconde de Bolingbroke,
secretario de Estado, impulsó la nueva política "pacifista"
que se vio reforzada cuando se conocieron en Londres las dos
resonantes victorias que había obtenido Felipe V en las batallas
de Brihuega y
de Villaviciosa a
principios de diciembre de 1710 frente al ejército del Archiduque
Carlos —tras el fracaso de su segunda
entrada en Madrid—
y que le aseguraban a Felipe V el trono español —el dominio
austracista quedó reducido al Principado
de Cataluña y
al reino
de Mallorca—.
Ese mismo mes de diciembre de 1710 el gobierno toryhizo
saber al marqués de Torcy que Gran Bretaña no apoyaría las
aspiraciones del Archiduque Carlos a la Corona Española a cambio de
importantes concesiones comerciales y coloniales, lo que significaba
un vuelco total en las perspectivas de paz. A partir de entonces se
incorporaron a las negociaciones el poeta y diplomático Matthew
Prior,
por el lado británico, y un buen conocedor del comercio
colonial Nicolas
Mesnager,
por el lado francés.[5]
Henry
St John,
1er Vizconde
de Bolingbroke. Atribuido a Alexis
Simon Belle,
c. 1712. National
Portrait Gallery, Londres,
NPG 593.
El
giro definitivo en el escenario internacional se produjo el 17 de
abril de 1710 con la muerte del emperador José I, lo que suponía
que el Archiduque Carlos era el nuevo emperador. Este hecho, según
Joaquim Albareda, proporcionó "el pretexto perfecto a los
británicos a la hora de argumentar el cambio de rumbo emprendido:
había que evitar la constitución de unamonarquía
universal,
ahora de los Habsburgo".[6] La
primera medida que tomaron fue reducir notablemente la ayuda
económica que sostenía al ejército imperial, al tiempo que
continuaban con las negociaciones secretas con los franceses. El 27
de septiembre de 1711 Carlos abandonaba Barcelona para ser coronado
emperador con el nombre de Carlos
VI (la
ceremonia tuvo lugar el 22 de diciembre en Frankfurt)
dejando a su esposa Isabel
Cristina de Brunswick como
su lugarteniente y capitán general de Cataluña y gobernadora de los
demás reinos de España, para demostrar su «paternal amor» hacia
sus fieles vasallos de la monarquía. Además de con este gesto,
Carlos VI quiso dejar claro que no renunciaba al trono de España y
mandó acuñar una medalla conmemorativa con la leyenda Carolus
Hispaniarum, Hungariae, et Bohemiae Rex, Arxidux Astriae, electis in
Regem Romanorum.[7]
El
22 de abril de 1711, sólo cuatro días después de la muerte del
emperador José I, el marqués de Torcy enviaba a Londres a su agente
Gaulthier con un documento en el que aceptaba las dos principales
exigencias británicas: dejar de apoyar a Jacobo
III Estuardo en
sus aspiraciones a suceder a la reina Ana
de Inglaterra y
reconocer la línea protestante de la sucesión en la persona
de Jorge
de Hannover,
y dar garantías de que nunca se unificarían las Monarquías de
Francia y de España, una posibilidad que aparecía en el horizonte
al haber muerto ese mismo mes el Gran
Delfín,
con lo que Felipe V de España pasaba a ser el segundo en la línea
sucesoria, tras su hermano mayor Luis,
duque de Borgoña. Pocos días después volvía Gaulthier con el
acuerdo de los británicos. "El resultado de la negociación se
tradujo en tres documentos que prefiguraban los acuerdos posteriores
de Utrecht y concretaban los beneficios obtenidos por el Reino Unido.
Los holandeses no fueron informados de todo ello hasta el mes de
octubre de 1711". Cuando la Cámara
de los Loresvotó
en contra del acuerdo el 7 de diciembre de 1711 la reina Ana nombró
doce nuevos paresfavorables
a los mismos y en una nueva votación consiguió que fuera aprobado.
A continuación cesó a Marlborough —que
era un firme partidario de continuar la guerra— como capitán
general, siendo sustituido por el duque
de Ormond que
en mayo de 1712 recibió órdenes secretas del gobierno de evitar
batallas o sitios.[8]
La
reacción de Carlos VI no se hizo esperar y su embajador en Londres
hizo llegar a la reina Ana un memorial en el que manifestaba su
sorpresa por el acuerdo alcanzado con Francia negociado a sus
espaldas. En el mismo mostraba su estupefacción por la renuncia al
objetivo de la Gran
Alianza cediendo
España y las Indias a Felipe V después[9]
tantas
victorias, tantas plazas conquistadas, después de un gasto excesivo
de tesoros inmensos, después de haber obtenido unos artículos
preliminares en el año 1709 muy
distintos a éstos, y después de haber llevado las armas de los
aliados a las puertas de Francia de manera que, si se quiere
continuar la guerra, ya no está en disposición de impedir la
entrada de las tropas en el corazón del reino
Los Tratados de Utrecht
La
reina Ana convocó a las partes en conflicto en la ciudad holandesa
de Utrecht para
firmar la paz que pusiera fin a la Guerra
de Sucesión Española.
Las sesiones se iniciaron el 29 de enero de 1712 y enseguida se hizo
evidente, como comunicó el embajador imperial desde La Haya, «la
grande unión y armonía que hay en Utrecht entre los ministros de
Inglaterra y Francia»
y otro representante informaba de la determinación de los británicos
en concluir «la
mala paz que nos anuncian».[10]
La
muerte en febrero de 1712 del heredero al trono de Francia, el duque
de Borgoña,
y al mes siguiente el hijo de éste, el duque
de Bretaña,
lo que convertía a Felipe V en el sucesor de Luis XIV, aumentó la
necesidad de que éste renunciara a sus derechos a la Corona de
Francia o a la de España para que el acuerdo entre Luis XIV y la
reina Ana pudiera ir adelante. Al parecer Luis XIV hubiera preferido
que su nieto renunciara a la Corona de España y se convirtiera en el
nuevo delfín de Francia —e incluso en este propósito recibió el
apoyo de la esposa de Felipe V, María
Luisa Gabriela de Saboya,
y los británicos estaban dispuesto a aceptarlo a cambio de que fuera
el duque de Saboya el que ocupara el trono de España y las Indias,
menos sus estados patrimoniales de Saboya y Piamonte, más el reino
de Sicilia,
que pasarían al nuevo delfín—, pero Felipe V en abril de 1711
comunicó que prefería seguir siendo rey de España —agradecido
por la fidelidad que le habían mostrado sus súbditos de la Corona
de Castilla—
por lo que renunciaba a sus derechos al trono de Francia. Así el
acuerdo secreto franco-británico pudo seguir su curso.[11]
Lo
esencial del acuerdo alcanzado entre Francia y Gran Bretaña fue dado
a conocer por la reina Ana en una sesión del Parlamento británico
celebrada el 12 de junio de 1712 en la que, después de garantizar la
sucesión al trono en la línea protestante de la Casa
de Hannover,
afirmó:[12]
Al
final, Francia ha manifestado que ofrece que el duque
de Anjou renuncie
para siempre, para él y todos sus descendientes, a cualquier
pretensión sobre la corona de Francia, ya que la ansiedad de que
España e Indias hubiesen podido estar unidas a Francia ha sido la
principal causa del inicio de esta guerra, y la prevención efectiva
de esta unión ha sido el objetivo que he tenido desde el principio
del presente tratado... Francia y España estarán ahora más
divididas que nunca y de esta manera, gracias a Dios, se restablecerá
el equilibrio de las potencias de Europa
La
importancia que tenía el ejército británico en la Gran
Coalición se
pudo comprobar al mes siguiente en la batalla
de Denain,
en la que el nuevo capitán general inglés, el duque de Ormond,
recibió órdenes de su gobierno de no intervenir, y los ejércitos
holandés e imperial fueron derrotados por el ejército de Luis XIV.
La retirada de
facto de
Gran Bretaña de la guerra se confirmó el 21 de agosto cuando se
declaró el armisticio entre británicos y franceses.[13]
La
noticia del fin de las hostilidades entre las monarquías de Gran
Bretaña y de Francia, como era de esperar, fue muy mal recibida en
la corte de Viena en la que se hicieron severas críticas a la
conducta de los británicos que vendían «a mal precio tanta sangre
derramada», con lo que «quedaban el emperador y el Imperio
abandonados de sus amigos».[14]
Tampoco
fue bien acogida en la corte de Madrid la noticia de «tan inminente
ruina» pero Felipe V ya había decidido renunciar a la Corona de
Francia, aunque eso también suponía que los Estados europeos
extrapeninsulares de la Monarquía de España pasaran en su mayoría
a la soberanía del emperador Carlos VI. Así, el 5 de noviembre de
1712 se formalizó la renuncia en una ceremonia celebrada ante las
Cortes de Castilla, y a la que asistieron los embajadores de la reina
de Inglaterra y del rey de Francia. De esta forma ya no quedaban
impedimentos para firmar los tratados que pusieran fin a la guerra de
sucesión española.[15]
Los tratados entre Francia y Gran Bretaña y Holanda[editar · editar fuente]
El
11 de abril de 1713 se firmaba en Utrecht el primer tratado entre
el reino
de Francia,
elreino
de Gran Bretaña,
el reino
de Prusia,
el reino
de Portugal,
el ducado
de Saboya y
lasProvincias
Unidas.
En el mismo los representantes de Luis XIV, a cambio del
reconocimiento de Felipe V como rey de España, tuvieron que ceder a
Gran Bretaña extensos territorios en la futura Canadá (Saint
Kitts, Nueva
Escocia, Terranova y
territorios de la Bahía
de Hudson),
además de reconocer la sucesión protestante en el Reino Unido
—comprometiéndose a dejar de apoyar a los jacobitas—
y prometer el desmantelamiento de la fortaleza de Dunkerque —en
compensación Francia incorporaba el valle de Barcelonette en
la Alta
Provenza cedido
por el duque de Saboya—.
En
cuanto a Holanda Luis XIV cedió la "Barrière" de plazas
fuertes fronterizas en los Países
Bajos españoles que
aseguraran su defensa frente a un eventual ataque francés
(Furnes,Fort
Knocke, Ypres, Menin, Tournai, Mons, Charleroi, Namur y Gante),
aunque en menor número que el acordado en los preliminares
de La Haya de
1709. Como finalmente los Países Bajos españoles pasaron a
soberanía austríaca se firmó un nuevo tratado de la Barrera el 15
de noviembre de 1715 entre las Provincias Unidas y el Imperio, que
según Joaquim Albareda, los convirtieron "en una especie de
colonia neerlandesa tanto en términos militares como económicos, al
pasar a ser un territorio abierto a las exportaciones holandesas e
inglesas, realidad que impedía a los manufactureros belgas competir
industrialmente con los productos originarios de aquellos
países".[16]
Los tratados entre Gran Bretaña y España[editar · editar fuente]
Tres
meses después los representantes de Felipe V —que habían
permanecido retenidos en París casi un año (entre mayo de 1712 y
marzo de 1713) por orden del marqués de Torcy para que no
interfirieran en las negociaciones, aunque con la excusa de que
necesitaban un pasaporte para ir a Utrecht—[17] se
incorporaban al acuerdo con la firma el 13 de julio del tratado entre
el reino
de Gran Bretaña y
el reino
de España.[18] Los
embajadores de Felipe V, el duque
de Osuna y
el marqués
de Monteleón,
llevaban instrucciones muy precisas de su rey como que mantuvieran
el reino
de Nápoles para
su Corona o que «nación
ninguna ha de traficar derechamente en las Indias ni ha de llegar a
sus puertos y costas»
y en caso de concederles ventajas las naves serán españolas y
deberán partir y retornar a puertos españoles. Un tema al que
concedía mucha importancia era el referido al caso
de los catalanes —en
aquellos momentos Barcelona todavía resistía el cerco borbónico—
sobre el que afirmaba que «de
ninguna manera se den oídos a propósito de pacto que mire a que los
catalanes se les conserven sus pretendidos fueros».[19]
De
las instrucciones que recibieron de Felipe V los plenipotenciarios
tuvieron que hacer concesiones en todos los apartados, y su único
éxito en realidad fue mantener lo referido al "caso de los
catalanes". Gran Bretaña recibió Gibraltar y Menorca y
amplias ventajas comerciales en el imperio español de las Indias,
concretadas en el asiento
de negros,
que fue concedido a la South
Sea Company y
en virtud del cual podía enviar a la América española un total de
144.000 esclavos durante treinta años, y el navío
de permiso anual,
un barco de 500 toneladas autorizado a transportar bienes y
mercancías a la feria de Portobelo y
libres de aranceles. Con estas dos concesiones se rompía por primera
vez el monopolio comercial que había mantenido la Monarquía
Hispánica para
sus vasallos castellanos durante los dos siglos anteriores —los
términos en que debía operar el navío de permiso fueron
concretados en un sentido aún más favorable para los intereses
británicos en el tratado comercial que se firmó en 1716—.[20]
Le
siguieron otros 19 tratados y convenciones bilaterales y
multilaterales entre los estados y monarquías presentes en Utrecht,
entre los que destacan:
- Tratados entre Francia y las Provincias Unidas, Brandeburgo, Portugal y el ducado de Saboya (julio de 1713).
- Tratados entre España y el ducado de Saboya (julio de 1714), las Provincias Unidas (julio de 1714) y Portugal (febrero de 1715).
- Convenios comerciales entre Gran Bretaña y España (marzo y diciembre de 1714 y diciembre de 1715).
Los Tratados de Rastatt y de Baden[editar · editar fuente]
Pintura
que muestra a los ocho signatarios del Tratado
de Baden.
En el extremo izquierdo de la mesa elMariscal
Villars y
en el extremo derecho el príncipe Eugenio
de Saboya.
A
pesar de que recibió el Ducado
de Milán,
el reino
de Nápoles,
la isla de Cerdeña(intercambiada
por el reino
de Sicilia en
1718) y los Países
Bajos españoles,[21] Carlos
VI no renunció a sus aspiraciones a la Corona española —por lo
que no reconoció a Felipe V como rey de España ni al duque de
Saboya como rey de Sicilia— y se negó a firmar la paz en Utrecht,
aunque los holandeses —sus últimos aliados— sí lo habían
hecho. Según el cronistaaustracista exiliado
en Viena Francesc Castellví, Carlos VI actuó así porque[22]
fiaba
en las contingencias del tiempo. La mucha edad del rey Luis [XIV] y
unpríncipe
de tres años que
debía sucederle, los grandes achaques de la reina Ana, la inquietud
del pueblo de Inglaterra, la poca satisfacción de los holandeses y
generalmente todos los aliados le
daban esperanza que en el espacio de una campaña podía mudarse el
sistema y volver a encenderse con más fuerza la guerra.
Al
no firmar el Imperio los acuerdos de Utrecht la guerra prosiguió en
la primavera de 1713. El ejército francés ocupó las plazas
de Landau y
de Friburgo y
la flota británica bloqueó a la emperatriz Isabel Cristina y a las
tropas imperiales que seguían en el Principado
de Cataluña.
Estos reveses militares convencieron a Carlos VI que debía poner fin
a la guerra por lo que se iniciaron las negociaciones de paz en la
ciudad alemana de Rastatt a
principios de 1714.[23]
El tratado
de paz entre Francia y el Imperio se
firmó en Rastatt el 6 marzo de 1714. Las fronteras entre ambos
vuelvieron a las posiciones de antes de la guerra, salvo para la
ciudad de Landau
in der Pfalz (en
el Palatinado
Renano),
que quedó en manos francesas. El acuerdo se completó con la firma
del Tratado
de Baden del
7 de septiembre de 1714.
El «caso de los catalanes»
Una
vez iniciadas las negociaciones en Utrecht la reina Ana de Inglaterra
—quien, según Joaquim Albareda, "por motivos de honor y de
conciencia, se sentía obligada a reclamar todos los derechos de que
gozaban los catalanes cuando les incitaron a ponerse bajo el dominio
de la Casa de Austria"— hizo gestiones a través de su
embajador en la corte de Madrid —cuando aún no se había firmado
ningún tratado— para que Felipe V concediera una amnistía general
a los austracistas españoles,
y singularmente a los catalanes, que además debían conservar
sus Constituciones.
Pero la respuesta de Felipe fue negativa y le comunicó al embajador
británico «que
la paz os es tan necesaria como a nosotros y no la querréis romper
por una bagatela».[24]
Finalmente
el secretario de estado británico vizconde de Bolingbroke, deseoso
de acabar con la guerra, claudicó ante la obstinación de Felipe V y
renunció a que éste se comprometiera a mantener las "libertades"
catalanas. Cuando el embajador de los Tres
Comunes de Cataluñaen
Londres Pablo
Ignacio de Dalmases tuvo
conocimiento de este cambio de actitud del gobierno británico
consiguió que la reina Ana le recibiera a título individual el 28
de junio de 1713, pero ésta le respondió que «había
hecho lo que había podido por Cataluña».[25]
El
abandono de los catalanes por Gran Bretaña quedó plasmado dos
semanas después en el artículo 13 del tratado de paz entre Gran
Bretaña y España firmado el 13
de julio de 1713.
En él Felipe V garantizaba vidas y bienes a los catalanes, pero en
cuanto a sus leyes e instituciones propias sólo se comprometía a
que tuvieran «todos
aquellos privilegios que poseen los habitantes de las dos
Castillas».[26] El conde
de la Corzana,
uno de los embajadores de Carlos VI en Utrecht, consideró el acuerdo
tan «indecoroso
que el tiempo no borrará el sacrificio que el ministerio inglés
hace de la España y singularmente de la Corona
de Aragón,
y más en particular de la Cataluña, a quienes la Inglaterra ha dado
tantas seguridades de sostenerles y ampararles».[27]
En
las siguientes negociaciones llevadas a cabo en Rastatt el
«caso de los catalanes» pronto se convirtió en la cuestión más
difícil a resolver, porque Felipe V estaba deseoso de aplicar en
Cataluña y en Mallorca la "Nueva
Planta" que
había promulgado en 1707 para los "reinos rebeldes"
de Valencia y
de Aragón y
que había supuesto su desaparición como Estados.[28]Así
el 6 de marzo de 1714 se firmaba el tratado
de Rastatt por
el que el Imperio Austríaco se incorporaba a la paz
de Utrecht,
sin conseguir el compromiso de Felipe V sobre el mantenimiento de las
leyes e instituciones propias del Principado
de Cataluña y
para el reino
de Mallorca que
seguían sin ser sometidos a su autoridad. La negativa a hacer ningún
tipo de concesión la argumentaba así Felipe V en una carta remitida
a su abuelo Luis XIV:[29]
No
es por odio ni por sentimiento de venganza por lo que siempre me he
negado a esta restitución, sino porque significaría anular mi
autoridad y exponerme a revueltas continuas, hacer revivir lo que su
rebelión ha extinguido y que tantas veces experimentaron los reyes,
mis predecesores, que quedaron debilitados a causa de semejantes
rebeliones que habían usurpado su autoridad. [...] Si [Carlos VI] se
ha comprometido en favor de los catalanes y los mallorquines, ha
hecho mal y, en todo caso, debe conformarse del mismo modo que lo ha
hecho la reina de Inglaterra, juzgando que sus compromisos ya se
veían satisfechos con la promesa que he hecho de conservarles los
mismos privilegios que a mis fieles castellanos
En
julio de 1714 Bolingbroke también rechazó una última propuesta del
representante de losTres
Comunes de Cataluña en
Londres Pablo
Ignacio de Dalmases para
que la reina Ana «tome
en depósito a Cataluña o por lo menos Barcelona y Mallorca hasta la
paz general sin soltarlas a nadie hasta que mediante tratado se
adjudiquen y se asegure la observancia de sus privilegios»
—en referencia a las negociaciones que tenían lugar en Baden—,
porque eso podría suponer la reanudación de la guerra.[30] La
corriente crítica hacia la política británica respecto de los
aliados catalanes y mallorquines se plasmó además de en los debates
parlamentarios en dos publicaciones aparecidas entre marzo y
septiembre de 1714. En The
Case of the Catalans Considered,
después de aludir repetidamente a la responsabilidad contraída por
los británicos al haber alentado a los catalenes a la rebelión y a
la falta de apoyo que tuvieron después cuando lucharon solos, se
decía:[31]
Sus
antepasados les legaron los privilegios de que gozan hace siglos
¿Ahora deben renunciar a ellos sin honor y han de dejar, tras de sí,
una raza de esclavos? No; prefieren morir todos; o la muerte o la
libertad, esta es su decidida elección.
[...]
Todas estas cuestiones tocan el corazón de cualquier ciudadano británico generoso cuando considera el caso de los catalanes... ¿La palabra catalanes no será sinónimo de nuestra deshonra?
[...]
Todas estas cuestiones tocan el corazón de cualquier ciudadano británico generoso cuando considera el caso de los catalanes... ¿La palabra catalanes no será sinónimo de nuestra deshonra?
Por
su parte, The
Deplorable History of the Catalans,
tras narrar lo sucedido durante la guerra, elogiaba el heroísmo de
los catalanes: «ahora
el mundo ya cuenta con un nuevo ejemplo de la influencia que puede
ejercer la libertad en mentes generosas».[32]
El
«caso de los catalanes» dio un giro completo cuando la reina Ana de
Inglaterra murió el 1 de agosto de 1714 y su sucesor, Jorge
I de Hannover,
dio órdenes al embajador británico en París para que presionara a
Luis XIV con el fin de que obligara a Felipe V a que se comprometiera
a mantener las leyes e instituciones propias del Principado
de Cataluña.
Pero las presiones británicas no surtieron efecto en Luis XIV, a
pesar de que desde hacía meses aconsejaba a su nieto «moderar
la severidad con la que queréis tratarles [a los catalanes]. Aun
cuando rebeldes, son vuestros súbditos y debéis tratarlos como un
padre, corrigiéndolos pero sin perderlos».
El embajador catalán Felip
Ferran de Sacirera fue
recibido en audiencia el 18 de septiembre por el rey Jorge I, que se
encontraba en La
Haya camino
de Londres para ser coronado, en la que le prometió que haría lo
posible por Cataluña, pero temía que fuera demasiado tarde. En
efecto, unos días después se conocía la noticia de que el 12 de
septiembre de 1714 Barcelona había capitulado.[33]
Tanto
el nuevo rey Jorge I como el nuevo gobierno whig,
salido de las elecciones celebradas a principios de 1715, eran
contrarios a los acuerdos que el gobierno anterior tory había
alcanzado con Luis XIV y que habían constituido la base de la Paz
de Utrecht,
pero acabaron por aceptarlos porque las ventajas que Gran Bretaña
había obtenido eran evidentes, lo que supuso que el viraje británico
sobre el «caso de los catalanes» finalmente no se produjera.[34]Así
el gobierno whig no
hizo nada para ayudar a Mallorca que aún no había caído en manos
borbónicas y el 2 de julio de 1715 Mallorca capituló.[35]
Los cambios territoriales de la Paz de Utrecht
Como
balance global, la serie de tratados supuso los siguientes acuerdos:
Mapa
político de Europa después del tratado. QUE QUEDE BIEN CLARO
- El Reino de Gran Bretaña obtiene Menorca y Gibraltar, ocupadas durante la guerra (cedidas por la Monarquía de España); Nueva Escocia (Acadia), la bahía de Hudson y laisla de Terranova (cedidas por la Monarquía de Francia); la isla de San Cristóbal en elMar Caribe, el asiento de negros[36] (un monopolio de treinta años sobre el tráfico de esclavos negros con la América española) y el navío de permiso (concedidos por España).
- La Casa de Saboya ve devueltas Saboya y Niza (ocupadas por Francia durante la guerra) y recibe Sicilia (cedida por España).[37] Con la posesión de Sicilia recibe el título de rey que, con diversas denominaciones, tendría en adelante la casa de Saboya (primero reyes de Sicilia, luego reyes de Cerdeña y finalmente reyes de Italia).
- Las Provincias Unidas reciben la "barrera" flamenca (una serie de fortalezas en el norte de los Países Bajos españoles que el Imperio ayudó a financiar), cedida por Felipe V de España.
- Brandeburgo recibe Güeldres del Norte (cedido por el rey de España) y la "barrera" deNeuchâtel (cedida por Francia), además de su transformación en reino con el nombre dePrusia. Federico Guillermo I fue su primer rey.
- Carlos VI de Austria obtiene los Países Bajos españoles, el Milanesado, el reino de Nápoles, Flandes y Cerdeña (cedidos por el rey de España). El Archiduque Carlos de Austria, ahora emperador, abandona cualquier reclamación del trono español en 1725.
- El Reino de Francia reconoce la sucesión protestante en Inglaterra y se compromete a no apoyar a los pretendientes Estuardo. También se compromete a demoler las fortificaciones de Dunquerque y a cegar su puerto y obtiene definitivamente el principado de Orange (en Provenza).
Además,
las tropas austriacas se comprometen a evacuar las zonas
del Principado
de Cataluña,
lo que realizan a partir del 30
de junio de 1713.
Ante lo cual, la Junta General de Brazos (Brazo Eclesiástico, Brazo
Militar y Brazo Real o Popular) acuerda la resistencia. A partir de
este momento empezó una guerra desigual, que se prolongó durante
casi catorce meses, concentrada
en Barcelona, Cardona y Castellciutat,
al margen de los cuerpos de fusileros dispersos por el país. El
punto de inflexión será cuando las tropas felipistas rompan
el sitio
de Barcelona el 11
de septiembre del 1714. Mallorca, Ibiza y Formentera cayeron
diez meses más tarde (11 de julio del 1715).
Consecuencias: el "equilibrio de poder" en Europa
El
gran beneficiario de este conjunto de tratados fue Gran Bretaña que,
además de sus ganancias territoriales, obtuvo cuantiosas ventajas
económicas que le permitieron romper el monopolio comercial de
España con sus colonias. Por encima de todo, había contenido las
ambiciones territoriales y dinásticas de Luis
XIV,
y Francia sufrió graves dificultades económicas causadas por los
grandes costes de la contienda. El equilibrio
de poder terrestre
en Europa quedó, pues, asegurado, mientras que en el mar, Gran
Bretaña empieza a amenazar el control español en el Mediterráneo
occidental con Menorca y Gibraltar. Como ha señalado Joaquim
Albareda, "en último término, la paz de Utrecht hizo posible
que el Reino Unido asumiera el papel de árbitro europeo manteniendo
un equilibrio territorial basado en the
balance of power de
Europa y su hegemonía marítima".[21]
Para
la Monarquía de España la paz de Utrecht supuso, como han señalado
muchos historiadores, la conclusión política de la hegemonía que
había detentado en Europa desde principios del siglo XXI
UN POCO MAS DE HISTORIA DE LA QUE ESTÁN FALTOS TODOS ESTOS QUE SE INVENTAN
NACIONES AMPARÁNDOSE EN LA BUENA FE DE TANTOS ESPAÑOLES QUE NUNCA LES HICIMOS PUTO CASO, PERO QUE HOY DESPUÉS DE VER LOS DESPRECIOS Y LAS MENTIRAS VERTIDAS SOBRE NOSOTROS Y NUESTRO PAÍS YA NOS ESTÁN TOCANDO LOS COJ... ESTA MANADA DE PALETOS SIN CULTURA.
1 julio 2010
HISTORIA DE LA BANDERA DE ARAGÓN, SI, de ARAGÓN (no de Cataluña)
![Bandera_ARAGON_p_49c699ad298d0](https://rebellar.files.wordpress.com/2010/07/bandera_aragon_p_49c699ad298d02.jpg?w=650&h=434)
“EL TRATADO DE CORBEIL”
PURA HISTORIA BASADA EN INVESTIGACIÓN SIN CUENTOS DE CAMINO O FABULAS INVENTADAS.
JUAN VANRELL NADAL
“Según el ordenamiento político internacional y su jurisprudencia, la actual Cataluña era territorio francés y así fue hasta el 16 de julio de 1258.Tengo delante de mí un mapa europeo de la época,“Chrétíenté d’Occident à l’an de grâce 1235”. En él no consta referencia alguna a Cataluña”
Mariano Bendito excepcional historiador balear, hecho a sí mismo a base de investigaciones, estudios en bibliotecas y lecturas fidedignas. Ha encontrado el “Tratado de Corbeil” (1258) escrito en latín y se lo ha enviado a JUAN VANRELL NADAL para que lo traduzca. Es un texto farragoso, si bien de fácil comprensión.
Se trata de un documento interesante y transcendente. Pone de relieve una irrefutable realidad histórica que derriba estrepitosamente la mentira estrafalaria de los ahora llamados “países catalanes”.
El actual territorio catalán está enmarcado como territorio francés. No es error. Los ocho condados autónomos de lo que es hoy Cataluña pagaban entonces vasallaje feudal a la corona francesa.
Por esto el citado Tratado se inicia con estas palabras: ”Es universalmente conocido que existen desavenencias entre el señor rey de Francia y el señor rey de Aragón, de las Mallorcas, y de Valencia, conde de Barcelona y Urgel, señor de Montpellier; por lo que el señor rey de Francia dice que los condados de Barcelona, Besalú, Urgel, etc. son feudos suyos; y el señor rey de Aragón dice que tiene derechos en Carcasona, Tolosa, Narbona, etc.”
Se deduce que los condados de la parte española estaban mejor relacionados con Aragón y que los del sur de Francia, con el rey francés. Siguiendo consejos de “hombres buenos” el rey francés (Luis IX) cede a Jaime los condados de la parte española y el aragonés cede a Luis sus derechos en la parte francesa. Este es en síntesis el Tratado de Corbeil. Su importancia histórica transcendente es que se firma 29 años después de la reconquista de Mallorca y 20 de la de Valencia.
Ante este hecho contrastado internacionalmente caen por su base muchas falsedades que se enseñan en libros de texto:
1.- Es falso que “la corona catalano-aragonesa” conquistara Mallorca y Valencia. Cataluña no existía entonces. ¿Qué invención es ésta de “corona catalana”?
2.- Es imposible que una Cataluña, inexistente política, jurídica, y hasta geográficamente tuviera lengua propia. ¿Cómo pudo dar la lengua catalana a Mallorca y Valencia? ¡Esto sí que es un milagro!
Después del Tratado, Jaime comenzó su labor legisladora comenzando por la moneda (1 de agosto, 1258. Jaime I legisla sobre la moneda de Barcelona), acercando políticamente los condados ya oficialmente feudatarios suyos. Con el tiempo todo el territorio se llamó Cataluña.
¿Qué lengua hablaban? Obviamente, el occitano, provenzal o lemosín propio del sur de Francia y condados de la Marca Hispánica. Lean libros magistrales de la también colaboradora de Baleares Liberal, Teresa Puerto, al efecto. La lengua catalana se llamó oficialmente “llemosí” hasta la segunda mitad del siglo XIX.
¿Comprenden por qué los historiadores pancatalanistas silencian siempre que pueden la verdad del Tratado de Corbeil?
¡Evidencia su impostura y su mentira!
2.- DATOS OBTENIDOS DEL COORDINADOR, RECOPILADOR
DOCTOR EN HISTORIA DON GUILLERMO FATÁS CABEZA
Todos conocemos la bandera de ARAGON, pero frecuentemente se desconoce su verdadero origen o incluso se tiene una idea errónea de este.
También todo el mundo sabe que nuestra bandera regional es igual a la de las comunidades catalana y valenciana -o casi igual- pero muy pocos conocen las motivaciones de esta multiplicidad de comunidades con una misma bandera.
A través de estas breves líneas voy a intentar aclarar algunas ideas principales. La bandera aragonesa está compuesta de dos elementos principales: la bandera propiamente dicha y el escudo que campea en su centro. La bandera aragonesa es cuatribarrada y lógicamente tiene cuatro barras y no ocho, como se suele decir. Estas barras se denominan en la ciencia de la heráldica gules, que quiere decir barra roja, y se plasman en nuestra bandera sobre campo de oro, dando así la apariencia de ocho barras (rojas y oro), alternativamente.
El ORIGEN y la paternidad de la bandera aragonesa es POLEMICO. Durante muchísimos años se dio verosimilitud a una leyenda del historiador catalán Muntaner según la cual, en el siglo IX, el Conde catalán Carlos el Calvo, conmovido ante las heridas sufridas en combate de su servidor Wifredo el Velloso, introdujo cuatro dedos de su mano en las heridas y, manchadas sus yemas en sangre, dibujo en la pared de la estancia cuatro trazos rojos, dándoselos como enseña a él y a sus descendientes.
Es en esta historia donde se apoyan los historiadores catalanes para atribuir a su comunidad la paternidad de la bandera cuatribarrada.
Ya en este nuestro siglo, historiadores aragoneses demostraron la FALSEDAD DE LA LEYENDA de Muntaner. La tesis es demoledora: Carlos el Calvo y Wifredo el Velloso no fueron contemporáneos, e incluso vivieron en siglos distintos…..
Sorprendentemente, los ridículos políticos catalanes de la actualidad, ignorando los hechos científicamente demostrados se empecinan en mantener el supuesto origen catalán de nuestra bandera.
Estos mismos historiadores aragoneses, después de larguísimas investigaciones y de recopilar datos en fuentes históricas conservadas de la Alta y de la Baja Edad Media, expusieron su tesis sobre el origen de la bandera cuatribarrada, aportando además datos abrumadores.
Tenemos conocimiento por primera vez de la bandera cuatribarrada a mediados del siglo XI y, hasta 1.707 representará a la Casa Real de Aragón. Sólo a partir del siglo XIII representará a un territorio, el de la Corona de Aragón. Nuestros vecinos y sin embargo queridos catalanes no podían disponer de pendón o bandera, ya que esta era prerrogativa exclusiva de Reyes y CATALUÑA, COMO CONDADO, no disponía de ese privilegio.
Pero el origen primero de los gules es muy épico, muy de acuerdo con el carácter aragonés. Los guerreros aragoneses se defendían con un escudo circular de madera. Lógicamente, por muy resistente que sea la madera con la que el infante confeccionaba su escudo, este se quebraba fácilmente ante los envites y golpes de las armas metálicas del enemigo. Para evitar esta complicación, los guerreros aragoneses reforzaban su escudo con cuatro tiras metálicas colocadas paralelamente. Si a esto unimos la costumbre de pintar la impedimenta de batalla de colores vivos y agresivos, ya podemos imaginar de qué color pintaron los soldados aragoneses las tiras metálicas de sus defensas, de rojo, el color que más agresividad representa.
Respecto al campo o fondo en oro de la bandera, su origen se encuentra en el enfeudamiento o vasallaje del rey aragonés Sancho Ramírez con la Santa Sede. Era costumbre que el Papa concediera a sus vasallos el campo dorado, que era de mayor dignidad que el plateado.
Como conclusión a estos esbozos históricos, señalar que la representación de nuestra bandera más antigua conocida se encuentra en unos frescos del castillo de Alcañiz, datados de entre finales del siglo XII y principios del XIII. Señalar también que algunos historiadores encuentran en nuestra bandera regional el origen de nuestra bandera nacional. En un principio, nuestra bandera nacional fue la enseña de la Marina Real, y una de las candidatas fue la bandera cuatribarrada. Si bien su diseño era muy atractivo, no fue finalmente seleccionada porque en las distancias marinas, mayores habitualmente que las terrestres y debido a un efecto cromático, asemejaban ser de color naranja. Finalmente, y tomando como base a la bandera cuatribarrada se diseño la bandera de la Marina Real con dos gules en campo de oro, o lo que es más conocido hoy, la bandera roja y gualda española.
3.- BARRAS ARAGONESAS-ESCUDO DE ARAGÓN
NOTAS TOMADAS DE D. VICENTE GINER BOIRA
De todos es conocida la mentira extendida por los catalanes sobre Wifredo el Belloso, no nos extenderemos sobre ello y así lo hacemos cumpliendo el deseo de los historiadores.
Pasemos a demostrar nuestra TESIS, en la época de los primeros siglos de la Reconquista, los guerreros defendían su cuerpo con escudos que se embrazaban en el brazo izquierdo o derecho, según fueran diestros o zurdos para proteger su cuerpo y sobre todo su corazón, de las armas enemigas, lanzas, flechas, espadas llevando su espada o su lanza en la mano contraria a la del escudo.
En la época a la que nos referimos esos escudos eran un sencillo armazón de madera dura, recubierta de cuero grueso el cual recibía los golpes que se les lanzaban.
Más adelante fueron de metal los de las personas más pudientes, pero la tropa seguía llevando los de madera y cuero que eran mucho menos pesados, y más manejables.
- Como la historia nos ha demostrado y siempre ocurre, se van perfilando diseños que diríamos únicos, y así uno de ellos fue el construir un armazón de maderas entramadas que producía una superficie CURVA donde una serie de barrotes o maderas verticales y paralelas permitían extender cómodamente el cuero sobre ellas. Este cuero con las inclemencias del tiempo y el paso de los ríos con ellos iba estirándose y acoplándose a la armadura de madera, lo cual producía en la superficie exterior del cuero unos relieves, que se correspondían con el molde interior, produciendo un relieve acanalado, marcándose a la vista de las gentes unas líneas verticales que terminaron llamándose varas o barras.
- Ya tenemos las siluetas de las barras en los escudos, de los propios monarcas y nobles de Aragón posteriormente el arte de la policromía hizo el resto, sobre esos cueros se pintaban los emblemas distintivos de los guerreros, para que las gentes supieran donde estaba su Jefe.
- Toda esta simbología va a marcar es, en definitiva la que va a formar la ciencia de la Heráldica.
- El símbolo que fue aceptado como representativo de Aragón y de su Rey, fue el escudo de cuero con relieve de barras verticales, que posteriormente fue policromado, alternando el rojo y el amarillo, hasta que fueron adoptadas definitivamente las cuatro barras rojas sobre fondo amarillo, lo que significaba la vinculación a Roma.
- Ahora bien, este escudo no lo llevaron los Condes de Barcelona, excepto el último de ellos, es decir Ramón Berenguer IV el Bueno, y lo llevo precisamente al ser Principe consorte de los aragoneses, por matrimonio con Doña Petronila Reina de Aragón.
- Esta reina de los aragoneses era la hija única de Ramiro II que siendo monje el Papa obligó a salir del convento, aceptar la corona e incluso casarse para tener sucesión dispensándole para ello de los votos de castidad.
- Cuando su misión estuvo cumplida se volvió al convento, comprometiendo en matrimonio a su hija de dos años con Ramón Berenguer IV el Bueno, este espero a que su mujer Doña Petronila alcanzara la pubertad y la edad suficiente para confirmar el matrimonio y quedar formalizada de verdad la unión del Reino de Aragón con el condado de Barcelona.
- Los esponsales con su ceremonia se realizaron en 1137, y Berenguer IV Conde de Barcelona no usó del emblema de las Barras de Aragón hasta 1157 (o tal vez hasta 1150), debemos afirmar que aunque gobernaba con el beneplácito de su suegro y de sus nobles, no se consideraba Principe de Aragón hasta que el matrimonio no fue consumado.
- Pues pudieran haber ocurrido muchos acontecimientos, contrarios, fue entonces cuando ya teniendo herederos, se sintió de verdad Principe de Aragón y es a partir de ahí cuando apareció por primera vez en la historia un Conde de Barcelona llevando en las gualdrapas de su caballo y en su túnica todas las barras de Aragón.
- Esta cuestión nos la ha dejado probada el cultísimo investigador valenciano FELIPE MATEU I LLOPIS en Valencia a 15 de Abril de 1977.
- La prueba de los sellos y las monedas que Felipe MATEU nos aporta, son el mejor testimonio de cuanto aquí dejamos escrito.
- Por tanto las barras son de Aragón y no catalanas aunque después de estos acontecimientos los Condes de Barcelona, El Reino de Valencia, Baleares, Sicilia, Nápoles, la ciudad valenciana de Alguer e incluso el sur de Francia tengan en sus escudos heráldicos la señal “DEL REY “como prueba de que todos ellos formaban parte de la gloriosa Corona de Aragón, como así aparece en documentos, testimonios, historia, escudos, pinturas, tablas, manuscritos, ilustraciones, pergaminos, bordados y tejidos.
- En pequeños detalles que componen la Historia, encontramos la explicación de grandes cosas de Nuestra Historia.
- Fijémonos en otro detalle Alfonso II, hijo de Ramón Berenguer IV el Bueno usó las barras de Aragón y no el escudo heredado de su padre, pues era inferior al de los Reyes de Aragón ya que el escudo de su padre era de Conde de Barcelona, el escudo que quedo fue el del Reino.
- A pesar de ser transmitido por línea femenina. Ya que es bien sabido que en esa época los catalanes instaron en nombrar Rey a Ramón Berenguer IV, pero no pudo realizarlo por no ser de estirpe Real, como recientes publicaciones han probado.
- Esta es por tanto la Razón por la cual siempre quedó a los Reyes de la Corona de Aragón el escudo que primitivamente perteneció en exclusiva a dichos monarcas.
- Quedando después unida a España unido también a los otros cuarteles de León, de Castilla, de Navarra, y de Granada, en el escudo que hoy tenemos como emblema de nuestra ESPAÑA.
- Esas son las cuatro barras de Aragón que nos trajo el Rey Jaime I en su escudo y nos las dejó a VALENCIA, como propias por el amor inmenso que a nuestro Reino tuvo toda su vida.
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