No
tiene arreglo, todo son modas, la revolución de los jóvenes,
esos que a falta de quehaceres se rebelan contra todo por sistema,
esos que buscan arreglar un mundo irrecuperable, los que al paso de los años
solo consiguen joderlo
aún más de lo que esta.
Gorriones de buche repleto que pierden el tiempo en cruzadas inalcanzables, que
a falta de unos progenitores que les empujen del nido, abusan de ocioso
descanso y solo hacen que abrir el pico para comer y decir tonterías.
Consumo controlado, reciclaje, ayuda al tercer mundo, ecología,
polución, el lince, las ballenas, y tal y tal, cigarras al fin y al cavo que se
dedican a cantar en la
puerta del hormiguero mientras los demás
acarrean el sustento para ellos y los suyos.
Generación tras generación son lo mismo, con los mismos argumentos, elementos jipis,
progres,
generalmente dejados, despreocupados de todo valor que no sea el que ellos
desean imponer.
Yo conocí
a los de mi generación, luchaban ni más ni menos que por lo que lo hacen hoy, ponían
gran ímpetu
en descubrir a sus mayores un mundo que solo ellos no conocían.
Semillero de estudiantes imberbes, ociosos con poco que
hacer y menos que aportar, obcecados
en inútiles
empresas y generalmente dejados en el imposible por los suyos.
Los promotores de estas revoluciones de retahíla, suelen ser de
familias acomodadas, esos mismos que cuando pasan de la edad eufórica
por la que todos
fuimos pasando, encuentran respaldo en un flamante despacho o un buen puesto en
la empresa de
papa, y a partir de ese momento cuelgan la revolución tras de
la puerta de
el W.C para pasar de inmediato a tomar
importantes decisiones; sus noes se disipan y se retuercen
para pasar a ser misiones de Paz, o importantes transacciones donde el paria
antes defendido a ultranza pasa a ser mano de obra barata para sus fabricas.
Unos tras otros los ideales de tanto gorrión
cebado se van acomodando a los coches de alta gama, a los yates
de lujo o las opíparas comilonas.
No igual los parias que en su día reclutaron para tan encomiable
misión;
Esos pasan a ser clientes sin aval, de solvencia nula que tan mal se ven en su
despacho.
El paso de los años, la
responsabilidad , los hijos, etc., hacen ver que lo blanco es
más oscuro, lo negro más claro, lo blando más duro y con pelas lo duro mucho
más blando.
De estas revoluciones siempre solo quedan los cuatro jilis
del tópico,
que por no dar su brazo a torcer conservan un raído
y sucio pelo largo, algún pendiente y el necio orgullo
de no haber
llegado a nada, como mucho a jardinero de su encumbrado líder, o
mozo de algún almacén de carga.
Son normalmente hijos de familias humildes que por seguir a pies puntilla e
estos salvadores del planeta hoy se ven abocados a él vagabundeo, contemplando boquiabiertos
como sus líderes olvidaron su credo de convicciones al vil sonido de las pelas.
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